Mtra. Marilenca Bailey Jáuregui
“Somos seres espirituales, viviendo una experiencia humana”. Teilhard de Chardin (1959).
La PHC es una psicoterapia con marco filosófico humanista fenomenológico, somático, relacional y transpersonal ofreciendo una mirada y una praxis específicas para los que quieran aprender a ser psicoterapeutas o ya lo sean y que quieran ampliar su visión. El trabajo somático y psicocorporal que forma parte de su praxis es tomado y sintetizado de escuelas de yoga, meditación, chikung, bioenergética, coreenergetics, taichi, feldenkrais, antigimnasia, somatics, escuelas Reichianas, y otras. Para adentrarnos en la PHC tenemos que poder tomar en cuenta teorías interpersonales, intrapsíquicas, relacionales, transpersonales, así como teorías somáticas, psicocorporales y psicológicas. No podemos decir si solo somos intrapsíquicos, o sólo relacionales, ya que en diferentes momentos hay unos instantes más relacionales y otros más “intra”. Es un modelo que se parece más a un video que a una foto: no hacemos algo fijo y establecido, sino que vamos descubriendo juntos lo que toca a partir de una mirada humanista del ser humano. Esta es una visión psicológica clínica, orientada a la consciencia psicosomática y caracterológica que implementa las herramientas y valores humanistas, dentro del marco de la filosofía humanista. Keleman, S. (1987). Murphy, M. (1993).
Johnny Depp en “Don Juan deMarco” (1994), le dice a Marlon Brando que hay cuatro preguntas en la vida: la primera es qué es lo sagrado, la segunda es ¿de qué está hecho el espíritu?, la tercera es ¿por qué vale la pena vivir?, y la cuarta es ¿por qué vale la pena morir?; Señala que la respuesta para todas es la misma: que es solamente el amor. La dimensión espiritual o transpersonal es comprender y experimentar eso, no solo saberlo. Invitamos a los pacientes a tener esta experiencia en diferentes aspectos de sus vidas.
Creemos que el hombre puede ser intencional en sus propósitos, sus experiencias valorativas, su creatividad y su reconocimiento de significación. La visión humanista psicocorporal asume una visión holista del cuerpomente, que es una sola entidad, por lo que los fenómenos psicológicos y psíquicos afectan al cuerpo y viceversa. Desde la visión holista, el cuerpo es un espejo-mapa del psiquismo humano. Cuanto más contacto con la quietud tengamos, el movimiento vendrá “desde más adentro” y nos ayudará a ampliar la consciencia. Almaas (1989). Jarquin (2018). La mente afecta al cuerpo y el cuerpo afecta a la mente para, poco a poco, ir suavizando estas fronteras y separaciones entre ambas. Lo hacemos profundizando la consciencia presente de lo que está pasando en las sensaciones/pensamientos/sentimientos: nos quedamos con lo que está, vs. lo que estuvo, estará, o lo que debería estar. Profundizamos nuestra capacidad de estar en contacto con “la realidad compartida” ampliando y arraigando nuestro sentido de realidad, Vaena (2017). Cuando me refiero al concepto de cuerpomente, éste es quizás el concepto más fundamental de la psicoterapia corporal; bodymind representa la integración en el cuerpo de pensamientos, sentimientos, experiencias y sensaciones corporales físicas. Se puede acceder a todas las partes de una persona en varios puntos del tratamiento para abordar las inquietudes de manera efectiva y holística. El concepto Bodymind afirma, que nuestro cuerpo es memoria viva de nuestras historias caractereológicas, segmentales y resilientes. Lleva consigo los signos y rastros de nuestra experiencia de vida personal, así como nuestra herencia familiar. Todo tipo de experiencias traumáticas y miedos aprendidos impregnan nuestro carácter e influyen en nuestra postura. Stora (2015). El cuerpo es visto en la PHC, como mucho más que un simple portador de signos, de aspectos biológicos, genéticos y síntomas; es el archivo vivo de la biografía de la persona. Por eso decimos que el cuerpo no miente, y que es un espejo de lo que somos: porque así es. (Guasch, 1987).
La espiritualidad encarnada consciente, nos permite continuar en la búsqueda de satisfacción de los anhelos corporales y espirituales. Reconocemos nuestra naturaleza animal humana, que está basada en la realidad más que en la pretensión, en lo que es y en lo que se está convirtiendo, más que pensar en lo que debería ser. La espiritualidad es, la experiencia somatica y psicoemocional de la interconexión existente y palpitante en el presente.
Es cierto que la psicoterapia con enfoque humanista se ocupa de formar y fomentar una personalidad fuerte para que pueda existir desarrollando sus potencialidades y respondiendo a los retos de la vida moderna. La Dimensión Espiritual, a través de diversas escuelas, intenta trascender dicha personalidad. Al honrar a la psicoterapia con enfoque humanista y a la Dimensión Espiritual del ser humano, entendemos que si bien hay que desarrollar un yo saludable, tenemos que poder trascenderlo e ir más allá de él en busca de un sentido de vida último. Victor Frankl (1991). He ahí la unión entre psicoterapia y espiritualidad. La ampliación de la consciencia como eje central de nuestro trabajo psicoterapéutico pretende, en la medida en la que trabajamos sentimientos, creencias, posturas, bloqueos musculares, etc., podemos estar en un constatante darme cuenta de que la dimensión espiritual es una dimensión sustancial que contiene a todas las demás partes como la somática, psicocorporal, emocional, volitiva, social, antropológica, sexual… etc.
La consciencia es, darnos cuenta de que nos damos cuenta, y tiene que ver con la autoobservación y la autorreflexión. Entonces, ¿qué significaría apoyar a un ser humano a descubrir su parte espiritual para tener una mejor calidad de vida? Entendiendo por calidad de vida a una vida más profunda, más comunitaria, más feliz y más simple, no a una vida con mayor acumulación de cosas.
La visión de la PHC de la espiritualidad o dimensión transpersonal del ser humano, coincide con la visión de Borysenko (1993), asumiendo que tenemos los pies en la tierra, sentido de realidad y trabajo somático continuo. Este es el camino del corazón al que se refiere Kornfield (1997), un camino de vida que se siente, se reflexiona, se pondera, se comparte con consciencia de los pasos y sus consecuencias, y que da gozo. Abrirnos a la realidad nos conecta con una sensación básica de energía. En el nivel más simple podemos relacionar la energía como la fuerza de vida. Una vez más nos damos cuenta de que abrirnos a la realidad requiere aceptarnos.
El humanismo, la psicología somática y muchos puntos de vista contemplativos y/o espirituales, sostienen que nuestra energía es fundamentalmente buena, aunque algunos comportamientos pueden ser destructivos o confusos: quizá la energía o los impulsos desde los que emergen no son básicamente malos. Traer más atención y consciencia a los sentimientos que nos retan, es más efectivo que juzgarlos como malos y erróneos. En el proceso de la psicoterapia, puede tranquilizar mucho a la gente saber la base biológica de su comportamiento. Al verla, tenemos menos vergüenza.
Parecería que por un lado, se practica y se enseña la Psicoterapia Humanista y/o Corporal que trabaja con las conductas, creencias, sentimientos, detenimientos neuromusculares caracterológicos, etc. y por otro lado, se entiende que la espiritualidad es el ámbito en donde nos preguntamos acerca de las dimensiones que las sobrepasan, que nos anteceden y que permanecerán en el tiempo cuando nos hayamos ido: parece que la espiritualidad intenta acercarnos a satisfacer el anhelo de Unidad con el Todo, pero que no le pertenece al ámbito de la psicoterapia. (Carl Rogers (1964) Fritz Perls (1979), Lowen, A. (1989). Existe la necesidad que tiene la psicoterapia moderna de poder incorporar una praxis espiritual seria como parte de la ayuda y el apoyo que se le da a los pacientes y a los grupos, ya que en la época moderna muchas veces nos conformarnos solamente con intervenciones clínicas tradicionales y metodologías antiguas, que no incorporan la sabiduría ancestral y moderna que se llama ahora espiritualidad, y que esto implica privar a los pacientes/alumnos de la posibilidad de crecimiento sustancial y duradero.
La ampliación de la consciencia es el objetivo fundamental de la PHC, y vemos en el camino que para ello se hacen cambios en la vida en la medida en que surgen las necesidades de movernos o cambiar. La expansión de la conciencia entonces es un trabajo de desaprender y aprender simultáneamente: es un proceso de transformación y crecimiento que se activa en un momento dado de la vida de manera más consciente pero que está pasando todo el tiempo. Lo importante tiene que ver con desaprender cosas del pasado honrando los aprendizajes, y preservar parte de lo ya caminado por parte de la sociedad, la familia, el género, la nacionalidad etc. Existen tres habilidades/valores fundamentales en la PHC que a partir de su práctica como psicoterapeutas vemos su utilidad. Son habilidades que invitamos a nuestros pacientes a desarrollar (sin tecnicismos) para facilitar su ampliación de consciencia, su toma de decisiones, y su contacto profundo. Estas son arraigo, centramiento y presenciación. Estas se explicaran en otro artículo. Estas tres habilidades se nutren permanentemente unas a las otras. Es más fácil arraigarnos si estamos centrados y es más fácil centrarnos si estamos arraigados y la presenciación beneficia el arraigo, etc.
Todos tenemos deseos de suprimir o negar ciertos aspectos oscuros o negativos de nosotros mismos, pero desde la visión del humanismo, estamos invitados a percibirnos enteros. Poder abrazar esta totalidad que somos, nos da mucha libertad. Reconciliarnos con las partes mas conflictivas y oscuras, nos da paz y acceso a capas más profundas. Sabemos que estas partes desagradables han sido mayormente rechazadas y quizá requieren de más aceptación, paciencia y compasión por parte nuestra. Yalom (2015) habla de abandonar la esperanza de un pasado mejor. Quisiéramos que las circunstancias hubieran sido otras, que nuestros padres hubieran sido menos ignorantes, o más presentes, o que hubiera habido menos abuso, violencia, etc. Todo eso nos mantiene en el pasado, anhelando un pasado mejor y no pudiendo sanar. Abandonamos esa esperanza reescribiendo nuestro pasado para crear otro presente/futuro más libre y responsable. Aprendemos a habitar el presente. Bugenthal (1967)
El método de la PHC para trabajar el cuerpo puede incluir el uso de: rodillos, pelotas de madera, pelotas de plastico, sonido movimiento, quietud, palos, arraigo, centramiento, presenciación, vibración, atención a sentimientos y sensaciones, silencio, carga/descarga, contacto físico, respiración, ejecución y manejo del proceso, creación de una hipótesis, metaproceso, etc. La idea es adentrarnos en el cuerpo expresante para poder sentir y resolver lo detenido o pospuesto. La filosofía: nada de esto tendría sentido si no estuviera sostenido y dirigido por las actitudes y valores humanistas de aceptación profunda, concretización y escucha activa, comunicación y generación de empatía, reflejos diversos, aceptación positiva incondicional, congruencia, alianza terapéutica, encuadre, libertad, rapport, respeto, autenticidad y respeto por el timing del otro, potencia y presencia terapéuticas y atención física, psicológica y energética. Rogers (2001) Rollo May (2007). Exploramos y despertamos la capacidad del cliente para curarse a sí mismo. Muchas veces lo que tenemos que reparar es que hemos perdido socialmente la profundidad de la experiencia de convivir y sentir con otro ser humano, por prisa y por idealizar la libertad/independencia, y al recuperar esa profundidad comunicamos empatía y estamos presentes. Se redimensiona la experiencia y el discurso. Ésta consciencia del ser compartiendo nos trae bienestar y felicidad. La “humanidad” es una cualidad que tenemos los seres humanos de sensibilidad y empatía hacia otros seres sintientes que, debido al trauma, la construcción de la coraza muscular y los problemas en los vínculos iniciales de la vida (apegos), hemos insensibilizado y adormecido a lo largo de los siglos. Nuestra libertad tiene que ver con la recuperación de esta condición innata de sensibilidad inteligente. Cuando hacemos movimientos corporales intencionales con tema emocional, con sonido, con contención, vamos logrando hacerlos desde “más adentro” que un simple movimiento robótico repetitivo “de gym”, y vamos logrando regresar al contacto con esta humanidad/libertad, soltando lo que duele y se opone al gozo, Lowen (1993). La PHC es relacional en el sentido de Buber (1947), es decir, está basada en un diálogo intersubjetivo mutuo. Este formato, sin embargo, es muy difícil de sostener cuando el paciente está teniendo problemas de transferencia fuertes o disociaciones y hay conflictos inconscientes caractereológicos o traumas muy importantes. Tenemos que poder observar al paciente también desde su propio psiquismo y capacidad de autoobservación somática, desde la visión de la psicología de una sola persona (del yo). En muchas ocasiones nos damos cuenta de que estamos en “modo” relacional y otras en modo intrapsíquico o individual, y se mezclan.
Creamos el ambiente cálido y respetuoso que propone Winnicott y (1965) lo llama “medioambiente facilitador”, creando una sociedad somática con el paciente. Es en el espacio relacional y en donde los movimientos nuevos pueden experimentarse, tratando, deteniéndonos, volviendo a hacerlo, retando las rigideces psicosomáticas, y descubriendo nuevos patrones y gestos, abriéndonos a nuevas dimensiones de salud y consciencia.
¿Cómo vamos a apoyar la concientización a través de los reflejos y los movimientos mutuos, la respiración, la temática de vida, etc. en el carácter del paciente, entendiendo que dicho carácter es una graduación? El carácter es la formación histórica de los temas de vida que se solidifican en la biología y en el psiquismo. Es la forma en que somos (con luz y sombra). Éste carácter es un logro; no es algo malo o puramente patologico, ya que tiene “forma con inteligencia” para poderse comunicar inconscientemente. Es una coreografía de recursos y posturas de estas interacciones (Aalberse (2001), Bollas (1992).
Indudablemente la principal instrumentalización de trabajo es la relación y es a partir de ella que todo se va dando. (Weiss (1992), Rogers, (1973), Friedman 1985). En ella descubrimos lo que no sabíamos todavía, y lo concientizamos/expresamos somáticamente para poder experimentarlo en la vida cotidiana, así como lo que ya sabíamos y ahora reafirmamos o ya soltamos. La visión humanista y el trabajo psicocorporal no se encuentran separados. sino interconectados en la praxis. “No es la mente la que se encoleriza y el cuerpo el que golpea. Es el individuo quien se expresa” Lowen (1975). La PHC se asume en su origen reconociendo la dimensión espiritual como la cuna, el motor y la meta de este trabajo. La dimensión espiritual es entendida como algo tangible e intangible, siendo la dimensión “original” del ser humano en donde las demás dimensiones se esculpen y desde donde brotan.
Según Totton (2003), los conceptos y técnicas centrales para la psicoterapia corporal son el respeto incondicional, el enfoque aquí y ahora, apropiarse de las proyecciones o analizar la transferencia, como el trabajo basado en la expresión verbal. La psicoterapia humanista corporal considera que cuerpo y la mente son dos vías de acceso a lo reprimido, a la creatividad, a lo escondido, a lo estancado; y que, a partir de la expresión de los afectos es como se recupera en gran medida la unidad psicosomática y el equilibrio. Los sentimientos se expresan a través del lenguaje corporal expresivo, y se integran en lo cortical, por los procesos cognitivos. (Guasch, 1987). Uno de los más importantes rasgos de la psicoterapia humanista corporal es la implicación del cuerpo como objeto directo de la psicoterapia. Se utiliza al cuerpo no sólo como intermediario o colaborador en la sesión terapéutica, sino también como objeto directo de la misma. Hay una relación funcional entre cuerpo y mente. La PHC incluye un modelo de desarrollo, una teoría sobre la personalidad, hipótesis sobre las raíces de los síntomas y disfunciones y técnicas de intervención a partir de una metodología y de una filosofía.
La materia (soma) se va espiritualizando y el espíritu se va a materializando y esa es la alquimia que se necesita para poder manifestar y crear y hacer PHC. El cuerpo quiere llegar al espíritu inmaterial y para eso tiene la palabra y la meditación: el silencio y la quietud como parte del centramiento. El espíritu quiere conocer y crear la materia y para eso necesita de la acción, consciencia y disciplina: el arraigo. Ambas corrientes (ascendente y descendente) forman parte de nuestro sistema nervioso, y se mueven por la columna de cielo a tierra: energía eléctrica y energía magnética. El campo aurico es, por lo tanto, electromegnetico: emana y atrae. Brennan (2017). El centramiento nos conecta con nuestra capacidad de contener una actividad contemplativa y poder digerir alguna experiencia, sensación evento o simplemente el día a día. La presenciación (el desarrollo del observador imparcial) nos da la posibilidad de observarnos, liberando y manifestando. Si sintonizamos con el paciente, estamos sintetizando estas tres habilidades, y desarrollamos nuestra percepción interna/externa con profundidad, ya que podemos estar con lo que alguien dice, porque hemos tenido el suficiente silencio/espacio/quietud: podemos contener el espacio para el otro y para nosotros, y podemos tener, a la vez, la agudeza para intervenir desde ahí. No hay que jalar ni empujar, solo permitir para resonar, para empatizar, para crear confianza y poder practicar la comunicación de la empatia, concretizar, mover el cuerpo, reflejar, etc. La no presión surge de no cambiar el ritmo, sino contenerlo. La confrontación desde ese lugar es muy efectiva. Presionamos porque tenemos historias personales en relación a resultados que “deberían” darse, lugares en donde deberíamos estar etc. y ya nos salimos del “flow” del presente: entonces a través de alguna de las tres herramientas de autocontención regresamos al presente y abandonamos la presión interna/externa. Este proceso se llama crear confianza, poder fluir, hacer psicoterapia, etc. Es la confianza de que nuestro sistema nerviosos tiene la capacidad de “afinarse” con el campo del otro, sea esta una persona o un grupo.
Resonar y sentir el estado emocional del otro y quedarnos ahí, aunque sea muy diferente que el nuestro o disonante: eso es inteligencia emocional relacional, para desde ahí reflejar lo que sucede, aportar quietud y silencio y ampliar la consciencia. Esta práctica requiere de un refinamiento de los sentidos, entrenados a escuchar en silencio. La sintonización nos ayuda a conectarnos con la vida y su flujo: con la famosa sabiduría organísmica. Desde este lugar podemos apoyar a la autorregulacion del paciente: el se sana y crece: yo estoy y ofrezco trabajo psicocorporal para ampliar la consciencia, pero solo apoyo a que despierte a lo que en realidad es y que ya esta ahi: sintonizo. Autoregulacion es la gran capacidad de autogestionarnos que tenemos en pensamientos, acciones y emociones en estas circunstancias y con esta historia, Zimmerman (2003).
Tenemos que entender que nosotros mismos somos, además de la filosofía, metodología y las técnicas, nuestros propios instrumentos de exploración de la situación presente en la relación psicoterapéutica, por lo que tenemos que tener un serio entrenamiento en la autoobservación dentro y fuera de la consulta para saber los grados y sutilezas de las sensaciones propioceptivas y relacionales que nos están surgiendo en específico mientras sucede la sesión. Es “durante”, que podemos observar fenomenológicamente lo que pasa y tomar conciencia pudiendo nombrar lo que va pasando R. Frank (2023). Este tiempo gerundio es muy valioso. En la medida en que éste nos va informando de la experiencia clínica/personal a lo largo del tiempo, ya estamos pudiendo corroborar, contrastar, observar, señalar y ver las repeticiones y hacer muchas notas de nuestras propias experiencias relacionales. Empezamos a construir algo de ciencia empírica que está siendo compartida con varias personas que pasaron por experiencias similares, Husserl, (2016).
Profundizar en la relación con nuestro propio cuerpo es un camino sin fin. La autoconsciencia es un camino permanente que se estanca si no le damos atención. Cuando nos concientizamos con nuevas ideas también podemos concientizarnos de las sensaciones físicas que las acompañan. Cuando nos damos cuenta del flujo de la energía a través del cuerpo, nos percatamos de cómo y dónde se frena el flujo.
Para poder trabajar realmente el cuerpo en la psicoterapia, los psicoterapeutas debemos trabajar con nuestra propia corporeidad. Esto crea una presencia y vivacidad completas. Es a partir de esta presencia y vivacidad que emerge la compasión y las intervenciones creativas. Por lo tanto, el primer paso del ciclo de interacción es sentir el propio cuerpo y permitir el proceso. Al participar en esta cultura, se nos alienta a un alto grado de disociación del cuerpo. Para contrarrestar esto debemos de practicar proactivamente la atención a la corporeidad. La práctica de la corporeidad implica simplemente darnos tiempo para sentir las sensaciones en el cuerpo con permiso para respirar, mover y sonar de cualquier manera que se necesite. Esto se va logrando, poco a poco, a través del arraigo, el centramiento y la presenciación. Utilizar esta conciencia corporal propia en sesión, requiere que podamos continuar sintiendo mientas escuchamos, pensamos y hablamos. Cultivar esta habilidad nos permite integrar la lógica y el conocimiento a las propias sensaciones y sentimientos. La habilidad de sentir mientras pensamos y escuchamos, hará que desarrollemos la capacidad de hablar al mismo tiempo. Abrirnos a este fluir nos hace sentir vulnerables. Tendriamos que poder desarrollar una vulnerabilidad buscada, es decir, una vulnerabilidad en donde “nos ponemos” (Maroda 2021). Antiguamente se creía que intentaríamos como profesionales encontrar una visión práctica, empírica y “científica”, implicando que el psicoterapeuta no debería mostrarse. Ahora sabemos que para que ambos sistemas nerviosos se regulen es importante mostrarnos sin desbordamiento y descontrol en esta aventura relacional. Mostrarle al paciente la vulnerabilidad propia nutre la confianza en el proceso y en la persona, siempre y cuando, cuidarlo y sostener su temática y nutrirla sea lo más importante. Para hacer PHC hay que aprender a observar el cuerpo de los clientes y como utilizar el propio como herramienta observacional. Sin una conciencia profunda de nuestros propios cuerpos no podemos observar profundamente a otros.
Es muy importante entender que la PHC no es algo obtenido/logrado y que hay que aplicar, sino que es un cuerpo de conocimiento en movimiento pulsatorio, que está adaptándose a las diferentes épocas y retos de la vida moderna como la pandemia, las crisis económicas, geográficas, la propagación de las identidades etc., y que está permanentemente cambiando e incorporando nueva visión, nueva intuición, nuevo conocimiento como la física cuántica, la psiconeuroinmunología, etc. para permanentemente evolucionar. Sin embargo los valores/actitudes humanistas son la base de nuestro trabajo. Lafarga (2013). El desarrollo de los procesos psicoterapéuticos de ninguna manera es un proceso lineal, sino que es la suma de diferentes aspectos que se están descubriendo en diferentes niveles y velocidades, afectándose y conformando el milagro de la individualidad de cada persona en relación. El diálogo franco, y el enfrentamiento que puede haber entre diversas partes del paciente es lo que se alienta: ese es el proceso personal que se va dando y descubriendo poco a poco en un proceso sostenido de psicoterapia seria.
La sanación ocurre en el presente: implica una relación entre dos personas y por lo tanto tiene que haber un momento de encuentro. Es tocarnos con presencia mutua en un momento particular en el tiempo y en el espacio.
Chogyam Trungba Rimpoche (1985) dijo que la sanación ocurre cuando dos mentes se encuentran. La sanación no es “borrar ni descodificar” historia, sino darle otro significado, a partir de otra mirada, de otras sensaciones. En la PHC queremos apoyar a los pacientes a sanar deficiencias en el desarrollo psicoevolutivo y en la creación de su coraza/carácter, por lo tanto trabajamos el trauma y los tipos de vinculación original, y apoyamos para el desarrollo y creación del futuro, habiendo reconocido y despertado recursos nuevos. La tarea final de la PHC es la de apoyar el desarrollo. Al apoyar el desarrollo, se comienza reflejando las fortalezas de la persona, lo que ha obtenido en su vida normalizando el deseo de apoyo. Los seres humanos somos seres sociales. Todos necesitamos el apoyo de otros humanos. En momentos críticos, la psicoterapia puede actuar como apoyo para un proceso de desarrollo “sano” y no relacionarse a la patología de ninguna manera, pero si reconociéndola. Si no reconocemos las fortalezas del paciente, el deseo de desarrollarse puede no ser visto. En la PHC el psicoterapeuta encuentra los apoyos que el paciente necesita y “crea una manera” para que el use su cuerpo, respiración y movimiento para aprovechar ese apoyo. Algo o alguien en el campo, le recuerda cuál es su intención, sus fortalezas para que triunfe.
El objetivo de la PHC es la ampliación integral de la consciencia y la restauración del flujo de la energía dentro del cuerpo, a través del desarrollo de habilidades, potencialidades, y de trabajar con la sombra, Ana Maria Gonzalez (2014) Friedman (1985), Weiss (1992)
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Excelente artículo que profundiza en lo que es la Psicoterapia Humanista Corporal hoy en día , la relación cuerpo mente, la interacción entre la psicoterapia humanista y la espiritualidad y el rumbo que necesitamos dar para ayudar a nuestros clientes. Cada aspecto de nuestro trabajo psicoterapéutico mencionado en el artículo merece atención y ojalá más profundización en posteriores artículos de la autora. Felicidades Maestra Marilenca.