Revista de Psicoterapia Humanista Corporal - Edición 2

Entendiendo el proceso del duelo en la Psicoterapia Humanista Corporal

Mtra. Andrea Negrete

 

El duelo es un proceso de adaptación a una pérdida que incluye cualquier ámbito de la vida, ya sea el ámbito laboral, familiar, de pareja, la economía, la salud, etcétera. Este es un proceso interno que hace figura en los pensamientos, emociones, el soma e incluso en la fe de un individuo, no es un camino lineal o de salida, como muchas personas quisieran y es absolutamente único y particular. El duelo es una experiencia que todos los seres humanos pasamos varias veces en la vida y que, aunque es dolorosa e innegociable, nos da la oportunidad de explorar una perspectiva diferente de la configuración de la vida al momento de la pérdida. Es, en resumen, un desequilibrio integral al que cada persona se enfrenta de una manera personal y diferente cada vez.

El psicoanalista John Bowlby (1993) define el duelo como todos aquellos procesos psicológicos, conscientes e inconscientes, que la pérdida de una persona amada pone en marcha, cualquiera que sea el resultado.

Por su parte, la guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-V, de la APA (2013), describe el duelo como la respuesta a una pérdida significativa (p.ej. duelo, ruina económica, pérdidas debido a una catástrofe natural, una enfermedad o discapacidad grave), que puede incluir sentimientos de tristeza intensa, rumiación acerca de la pérdida, insomnio, pérdida del apetito y/o peso, sentimientos de vacío y pérdida, y que estos sentimientos vienen en oleadas.

De acuerdo con Freud, el duelo es la reacción frente a la pérdida de una persona amada (por muerte o abandono) o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. Otras pérdidas que pueden ocurrir conciernen a nuestros bienes económicos, el trabajo, la salud. (Levy, 2022)

En el caso del humanismo, el duelo se comprende como la pérdida de algo que tiene un valor personal para el individuo, por lo que para los demás, no necesariamente tiene el mismo valor. Dicho evento doloroso, le concede al doliente la oportunidad de reconocer en sí mismo sus capacidades de resiliencia permitiéndole explorar las herramientas de adaptación más útiles para reacomodar su duelo. La resignificación: darles lugar a otras sensaciones somáticas nuevas en el cuerpo respecto a la pérdida.

Para Lowen (2011), fundador del Instituto de Análisis Bioenergético en 1956, las problemáticas del individuo están estructuradas en el movimiento, en la respiración, en las tensiones crónicas musculares, por lo tanto, para darles solución el trabajo debe de situar la mirada en el cuerpo a partir de las “expresiones energéticas” de las emociones y, desde ahí, hacer el trabajo de transformación. Para Plaxats (2018), el duelo es una experiencia vital complicada formada por un conjunto de procesos psicológicos, físicos, emocionales, relacionales y espirituales, a partir de la noción subjetiva de pérdida. Esta experiencia cambia para siempre y de forma definitiva la vida y, por lo tanto, el fin del duelo es aceptar esta transformación, la cual, cruza algunos o todos los ejes de nuestra vida, dependiendo del vínculo o significado de la pérdida.

Para Guillén (citado por García, 2010) sin apego no existe la pérdida, para que haya dolor, debe haberse construido con anterioridad un lazo que sea significativo para el sujeto y que ante la pérdida le va a generar un sentimiento doloroso. Además, del sentimiento, agregaría la percepción física de la pérdida. Corporalmente es posible experimentar el vacío, el dolor, el rompimiento, etc.

Por su lado, Rojas et. al. (citado por Méndez y Aragón) describen cinco variables básicas de las cuales surge el duelo, que son:

“1. Los recursos internos de quien sufre la separación y sus experiencias de pérdida previa; 2. La calidad y el tipo del vínculo perdido; 3. Las características de la ruptura en sí; 4. El momento de la vida en que ella ocurre para ambas personas; y, 5. La actitud de la familia y disponibilidad de una red de apoyo.” (p. 3) (García, 2010)

Esta lista de variables nos obliga a reflexionar sobre la particularidad que entonces tiene cada duelo, incluso en una misma persona, pues lo que nos deja ver es que las pérdidas se viven distinto cada vez iniciando al momento de la ruptura del vínculo como consecuencia de la experiencia de pérdida y la capacidad y herramientas disponibles del doliente para resignificar o elaborar una nueva forma de relacionarse con la ausencia del ser querido.

Aceptar la pérdida de alguien o algo amado, supone transitar por una serie de etapas que, tal como presentó la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en 1969, en su libro: Sobre la muerte y los moribundos, van desde la negación de la realidad, «no puede ser», pasando por un torbellino de emociones como la ira, «por qué a mí», el miedo, «cómo será mi vida ahora», la tristeza y/o depresión, «jamás será como antes», la negociación «si pasa esto, haré esto otro», hasta llegar finalmente a la aceptación. Esta última etapa es darle nuevamente sentido a la vida. Quienes se dejan fluir por estas etapas, pueden llegar a aceptar la realidad que les toca vivir, asumiendo su responsabilidad para realizar las adaptaciones necesarias que les permitan continuar con sus proyectos e ilusiones a la nueva realidad o, bien, creando otros de nuevos que les consientan seguir adelante.

Bowlby (citado por García, 2010), manifiesta que el proceso del duelo se hace evidente a lo largo de cuatro fases: “fase de embotamiento de la sensibilidad, fase de anhelo y búsqueda de la figura perdida, fase de desorganización y desesperanza y fase de reorganización”. Lo que nos deja ver que independientemente de la fase, el objetivo final es encontrarse de cara a la aceptación.

Como revisamos, el proceso del duelo, sin importar el autor, el orden o el nombre de la categoría, se torna difícil por un sinnúmero de razones, empezando por la pérdida en sí misma, la renuncia de todo aquello que ya no será e, incluso la presión social (“ya pasó mucho tiempo”, “ya déjalo descansar”) o, la soledad del anhelo constante de recuperar la vida cotidiana pero si el doliente es capaz de pedir y/o tomar ayuda, así como dejarse vivir el momento compasivamente, la posibilidad de salir adelante y recuperar el interés por la vida, incrementa.

Desde la logoterapia, al hablar de la elaboración del duelo Frankl (citado García, 2010), propone el amor como una forma para lograr superar la pérdida, él refiere que el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su Yo íntimo; que esté o no vivo el ser amado, que esté o no presente en el momento, para él no tiene importancia, lo más importante es que el hombre encuentre un sentido a todo lo que le sucede, sea positivo o negativo, incluso aunque parezca imposible de superar, para él todo tiene un sentido, hasta al sufrimiento más insoportable debe atribuírsele un sentido que corresponde a cada paciente dárselo; se refiere a que nadie más que cada persona puede darle valor a lo que le sucede, obteniendo nuevos aprendizajes de cada vivencia, “…únicamente así el hombre alcanza un fin que satisfaga su propia voluntad de sentido…”.

Para Plaxats (citado por García, 2010) la elaboración del duelo es más bien una transformación saludable del duelo, y explica que para unas personas el proceso hacia la transformación saludable del duelo incluirá una reconfirmación, revisión, o reestructuración de sus creencias o valores espirituales, y para otras no, o por lo menos, no conscientemente, y ello deberá ser muy tenido en cuenta también en el caso de un acompañamiento en dicho proceso (p. 4), generalmente las personas que se apoyan en creencias o valores de orden espiritual, encuentran en ello un soporte emocional que de forma inconsciente ayuda al sujeto a superar el proceso doloroso con mayor facilidad, nos referimos en el caso de la religión, al valor que le da la esperanza del reencuentro con el ser querido en “el paraíso.”

Desde el humanismo corporal, se puede mencionar que la elaboración del duelo se trata de reacomodar el sufrimiento a través del propio trabajo con todas las dimensiones del ser: cuerpo, mente, emoción, voluntad y espíritu. Se fomenta el contacto físico, la conexión emocional y la repercusión que tiene en el cuerpo. Se trabaja en la integración de una nueva realidad a través del aprendizaje o reaprendizaje de la respiración, los sonidos, las posturas, el movimiento, el arraigo, el contacto físico, el trabajo con segmentos y las tensiones musculares, el centramiento, el silencio, el respaldo, la meditación, etc. Se trabaja en incorporar una identificación mucho más fina de las sensaciones físicas, qué le pasa al cuerpo cuando piensa en, cuando siente tal, cuando trata de reacomodar esta experiencia en un nuevo marco de referencia… se trata del trabajo profundo de hacerse consciente de las propias contradicciones entre pensamiento, emoción, sensación y conducta. Se trata de incorporar nuevos recursos de canalización a través del cuerpo para que la experiencia adquiera un nuevo significado sostenido en el tiempo, arraigando poco a poco la aceptación

¿Qué es la pérdida si no un estado de desesperanza que no debería de ser permanente sino temporal? pero para que eso suceda, primero hay que hacer consciente la necesidad de moverse hacia un nuevo lugar y luego, accionar ese movimiento en congruencia.

El individuo tiene la capacidad suficiente para manejar en forma constructiva todos los aspectos de su vida que potencialmente puedan ser reconocidos en la conciencia. (Rogers, 1991)

Haber trabajado un duelo no es que deje de doler, sino que ese dolor va sintiéndose diferente, cada vez menos y con menor intensidad. Se debe de saber que la vida jamás será la misma, pero se puede encontrar una nueva forma de mirarla y seguir adelante.

Mtra. Andrea Negrete Cantero

Licenciada en Psicología y Maestra en Psicoterapia Humanista Corporal. Cuenta con estudios de posgrado en Tanatología, Inteligencia Emocional y Somática y Primeros Auxilios Psicológicos, entre otras certificaciones.

BIBLIOGRAFÍA

  1. APA (2013) Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-V. Editorial Médica Panamericana: España.
  2. Bowlby J. (1993) La pérdida afectiva. Paidós: Barcelona
  3. García, J. (2010) Análisis comparativo del proceso de duelo desde dos Perspectivas psicológicas: el psicoanálisis y el Humanismo. Recuperado de https://handbook.usfx.bo/nueva/vicerrectorado/citas/SOCIALES_8/Psicologia/51.pdf
  4. Kübler-Ross, E. (1969) On death and dying. Scribner.
  5. Levy, E. (2022). Trastorno por duelo prolongado: un nuevo diagnóstico en el DSM-5TR. Vertex Rev Arg Psiquiatr, 33(156): 51– 55. https://doi.org/10.53680/vertex.v33i156.179
  6. Lowen, A. (2011) La bioenergética. Siro: Málaga.
  7. Plaxats, María Antonia. (2018) Los Procesos de duelo ante pérdidas significativas. Recuperado de: https://www.psicologia-online.com/los-procesos-de-duelo-ante-perdidas-significativas-3599.html#anchor_1
  8. Rogers, C. R. (1991). Ese soy yo. El proceso de Convertirse en Persona. Editorial Paidós, México.

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