Claudia Patricia Perales Magdaleno
Ya casi vamos llegando al primer cuarto del siglo XXI, donde el humanismo psicocorporal ha seguido caminando, experimentando, fortaleciéndose y ofreciendo una sólida y probada terapia, en medio de una oferta amplia y creciente de otras formas de hacer psicoterapia.
En el presente ensayo quiero referirme a un modelo en particular, que conozco más de cerca de “primera mano”, ya que egresé de la formación-entrenamiento psicoterapéutico dentro de él, y he podido probar su eficacia, su completa y bien integrada propuesta de intervención, saberes, técnicas y metodología en mi experiencia de vida, y también en las personas que han acudido a mi para participar en un proceso terapéutico como clientes/pacientes, me refiero a la psicoterapia humanista corporal que he conocido a través del Instituto Humanista de Psicoterapia Corporal Integra.
Integrar en una propuesta psicoterapéutica los valores y actitudes de vida que dan sustento al humanismo, a la par de las técnicas, herramientas y metodologías de la psicoterapia con enfoque en el cuerpo, incluyendo su visión caracterológica, junto con un abordaje holístico, trascendental y espiritual de la persona, ha dado como resultado la psicoterapia humanista corporal, para brindar un acompañamiento suave, gentil y respetuoso a quienes lo necesitan.
Más que sustancial, es que la psicoterapia humanista corporal concibe como una misma realidad integrada el cuerpo, la mente, el espíritu, los sentimientos y la voluntad, que son en sí la persona, revirtiendo y yendo a “contra corriente” de la tendencia separatista y divisionista que promueve el sistema económico, político, educativo e ideológico mundial que predomina. La unidad es nuestra esencia humana, la unidad cuerpo-mente-espíritu, unidad externa e interna, que desde esta perspectiva psicoterapéutica asume al cuerpo como la puerta de entrada al mundo interno y con ello comenzar a impulsar procesos de crecimiento y desarrollo personales, para estar aquí y ahora con mayor consciencia, libertad, vitalidad y amor.
Bien han señalado, algunos que se dedican a la psicoterapia, que muchas de las actitudes, estados y habilidades que son positivamente útiles y constructivas en la relación terapéutica más que aprenderlos, se adquieren “por contagio”, los/as aprendices de sus maestros/as, los/as clientes-pacientes de sus terapeutas, aspecto que ante todo habla de la necesaria congruencia de quienes facilitamos y acompañamos en la así llamada “relación de ayuda”.
Mucho de lo que yo he recibido y se ha generado en mi propio proceso, lo he recibido en ese “espíritu del contagio” de parte del staff de Integra, de mi bello grupo de la formación (que entre nosotras-os llamamos “la Tribu”), y quisiera con el presente trabajo poder también impregnar, contagiar a la lectora y lector interesada/o con mi convicción de que el modelo de psicoterapia humanista corporal no es únicamente un camino más, sino un camino eficaz que acompaña pausada, rítmicamente y ante todo respetuosamente a quienes le dan acogida en su vida.
El humanismo psicocorporal, un camino para el desarrollo personal en una relación de ayuda respetuosa
En las líneas de este ensayo es imposible tocar todo el alcance de esta propuesta, pues es amplia y elaborada; aquí me limitaré a compartir sobre los conceptos más básicos que dan fundamento a esta práctica psicoterapéutica, mismos que se enseñan y practican desde la primera sesión de cualquiera de las formaciones-entrenamientos de Integra.
Surge ya de entrada la pregunta, ¿qué es la psicoterapia humanista corporal?.
Antes de responderla, es imprescindible entender que un enfoque centrado en el cuerpo, trabaja a partir de él y con él, no quedándose únicamente en el trabajo del cuerpo, sino que éste es la puerta de entrada hacia niveles más profundos del ser: las emociones, los sentimientos, los pensamientos, las creencias, el alma y el espíritu de la persona.
¿Para qué? Para llegar hacia los aspectos “inacabados”, los “inconclusos”, los aspectos “no terminados” en la persona, para completarlos, nutrirle, cerrar ciclos -en términos terapéuticos- y lograr una mayor unicidad en su persona, en su vida, en sus relaciones.
Se necesita habitar cada uno/a su propio cuerpo; sentirse vivo/a. Habitarse en el cuerpo permite hacer espacio para sí misma, para sí mismo, para lo nuevo, para los/as otros/as, para todo lo nuevo que puede llegar.
A fin de poder ir respondiendo a esta cuestión, necesitamos acercarnos primero a un aspecto clave básico en el enfoque psicoterapéutico centrado en el cuerpo, tanto para quienes facilitan y acompañan los procesos como terapeutas, como para quienes acuden como clientes/pacientes, dicho aspecto es el arraigo, considerado como una herramienta personal a desarrollarse en el día a día y a la vez una técnica para el trabajo terapéutico.
La necesidad de arraigarme es vital para poder hacer espacio para habitarme.
ARRAIGO:
Es encontrarme en contacto conmigo misma, con la Madre Tierra, con los demás, con mi planeta, con el resto de las criaturas.
Es estar vinculada a mi raíz, a la vida, cargándome de energía y descargando energía hacia la tierra (desde el nervio ciático hasta la planta de los pies, y con ellos hasta el centro mismo de la Tierra).
Puedo estar arraigada (o desarraigada) en varios niveles:
-Físico: a través de los pies y de las piernas, teniendo el nervio ciático como raíz; compartimos una energía en común en nuestro mundo y en el universo entero.
-Emocional: estar conectada con mis necesidades y sentimientos reales, pudiendo distinguir entre sentimientos del presente y del pasado.
-Mental: distinguiendo la veracidad de mis imágenes y creencias; y su actualización.
-Volitivo (de la voluntad): lograr el equilibrio de la voluntad interna y externa a fin de dirigirme hacia la vida y no contra la vida.
-Espiritual: aquí se integra el arraigo de todo mi ser y mi existencia. Estar aquí y ahora.
El arraigo una actitud de vida, una constante meta y a la vez, una herramienta para el trabajo psicocorporal que se combina y alterna con otras más que iré presentando.
Aquí se incorpora el concepto de energía a esta forma de psicoterapia; considerando que la persona como realidad existe en una totalidad: mente, cuerpo, espíritu, voluntad, emociones, cargada de energía que fluye, se mueve, se diversifica, es creativa, cuando está sana/o ó busca el reestablecimiento de su armonía y equilibrio natural.
LA ENERGIA:
La idea de salud tiene que ver con un cuerpo cargado de energía en movimiento.
La energía corporal debe estar en movimiento para que haya salud.
La energía causa conflicto y-o enfermedad cuando se estanca.
La energía tiene varias formas o presentaciones: puede ser física, mental, emocional, espiritual, sexual, social.
La manera en que estas formas de energía se relacionan, también tiene qué ver con mi salud y mi felicidad.
Hay energía en todos los procesos de la vida (en el movimiento, en el sentimiento y en el pensamiento); estos procesos pueden interrumpirse si falta al organismo el suministro de energía.
La cantidad de energía que tenga el individuo y la forma en que la use, tiene que determinar su personalidad y reflejarse en ella.
Los organismos vivos sólo son capaces de funcionar cuando existe equilibrio entre la carga y descarga de su energía.
Lo que nos sucede a los seres humanos es que no sólo somos energía, sino que somos energía consciente, es decir, que nos damos cuenta de que somos energía.
En el presente modelo de psicoterapia, el planteamiento es trabajar con los dos conceptos juntos: la energía y la conciencia.
LA RESPIRACIÓN:
Es la pulsación básica de la vida. Es la base de la experiencia de vivir, del placer y del dolor.
La respiración es del mismo modo que el arraigo, una actitud de vida y un proceso organísmico que se puede mejorar y hacer con mayor conciencia a través de entrenamiento y práctica cotidiana. Necesitamos re-aprender a respirar, y no quedarnos con nuestra pseudo-respiración o semi-respiración, o respiración a medias a la cual recurrimos cuando en el pasado (específicamente en las primeras etapas de vida) la utilizábamos así por supervivencia emocional, “para no sentir”, sin embargo a veces respiramos de este modo de manera crónica.
Si respirar adecuada y profundamente significa sentir, estar muy viva-o, entonces se puede entender cómo en las sociedades modernas se encuentren cada vez más personas con problemas de salud, de estados emocionales y anímicos decaídos, con depresión, con ansiedad, entre otros, ya que no sabemos respirar; hemos olvidado las funciones básicas de nuestro cuerpo, que dan vida al espíritu.
Pero, ¿cómo es que una función vital tan conocida y tan tendencialmente automatizada pueda encerrar tanta fuerza y poder en el bienestar del ser humano?.
Recuperar esta función de la respiración, armonizando la inhalación con la exhalación, de manera rítmica, profunda y consciente (cuando sea posible), nos permitirá mejorar nuestra calidad de vida.
Por ello, combinando la respiración, el arraigo y cada vez con una mayor conciencia de nuestras diversas formas de energía, vamos logrando habitar nuestro cuerpo y con él, habitar nuestra realidad humana, con aceptación y respeto. La relación entre respiración y movimiento es muy estrecha, y la de éstos dos con los sentimientos es aún más estrecha; por ello necesitamos re-conectar con lo que sentimos, a través de la respiración, estableciendo un ritmo actualizado de ella.
La vida es relación, interna, como la que sucede con nuestros procesos vitales y organísmicos; externa, con los demás seres de la creación, con nuestros semejantes, con la trascendencia y el universo mismo. Es un constante movimiento.
MOVIMIENTO:
Un cuerpo en movimiento expresa la energía que contiene hacia el exterior.
La raíz de un problema emocional es muchas veces la incapacidad de mover la energía hacia fuera.
Los problemas emocionales impiden el movimiento o movilidad del cuerpo y viceversa.
Si vinculamos la salud con el movimiento en una persona, necesitamos tomar en cuenta las polaridades de espontaneidad o capacidad de auto-expresión y la de control. La salud tiene qué ver con la coordinación entre ambas.
El movimiento nos acerca a pensar en el tema de la libertad y de la vida misma.
Respiración y movimiento van de la mano y nos conducen a una buena salud (física y emocional).
Los músculos son la base de mi movimiento, de mi capacidad de expresar lo que soy yo, por ello hay que darles tono, llevar respiración a todas sus zonas, y hacer estiramientos.
Y es así, que con la constante y continua puesta en práctica de estas herramientas, técnicas y actitudes de vida propuestas por el enfoque corporal en la psicoterapia, comenzamos a tener un encuentro y una relación diferente a la que hemos venido manteniendo por mucho tiempo con nuestro cuerpo: quizás dualista, dicotómica, separatista, utilitarista y para la gran mayoría, de “desconexión”. En cada una de las cuales me reconozco y observo cómo era mi relación con mi cuerpo antes del proceso terapéutico, para ir logrando después, poco a poco sentirme a mi misma en mi cuerpo, sintiéndome habitada.
El sonido aunado al movimiento de la energía y a la respiración, y pudiendo asumir gradualmente una mayor responsabilidad en mi arraigo, va permitiendo esta nueva relación con y desde mi entidad cuerpo-mente para dar paso a un horizonte inmenso de posibilidades en mi realidad.
La importancia del sonido radica en que sin él, no se puede movilizar de manera fluida la energía: la carga y descarga. De igual modo, implica la posibilidad de expresión a una emoción, a un sentimiento, a un estado, a una necesidad que surge en ese momento en la sabiduría organísmica de mi ser.
La vibración, otra herramienta necesaria dentro del enfoque corporal, conjunta maravillosamente las anteriores: el arraigo, el movimiento de la energía, el sonido, permitiendo el flujo saludable de la energía por todo mi cuerpo-mente, tocando hasta niveles más profundos del ser; ésta fue desarrollada principalmente por Alexander Lowen en su modelo de Bionergética.
Imposible dejar de señalar que el modelo psicoterapéutico con enfoque en el cuerpo fue creado por Wilhelm Reich, discípulo de Sigmund Freud y posteriormente uno de sus más acérrimos disidentes. Y que al igual que otras teorías y métodos se fue nutriendo, ampliando y diversificando con el aporte, la crítica, la experimentación y las nuevas visiones de sus sucesores, en este caso de dos de sus alumnos, principalmente John Pierrakos, quien creó la Core Energetics y Alexander Lowen con su Análisis Bioenergético (AB ó la Bioenergética). Frente a la separación de cuerpo, mente y espíritu, el AB los concibe como una unidad indivisible, por lo que cada uno influye en los otros y donde las intervenciones terapéuticas sobre una modalidad pueden tener efecto sobre las otras.
Los métodos y herramientas del enfoque de psicoterapia centrado en el cuerpo han sido desarrollados y probados en la experiencia, con una base científica sin lugar a dudas. Ahora bien, el modelo del humanismo psicocorporal adopta aunado a éstos, de diversas tradiciones y filosofías de oriente y de las técnicas de meditación y prácticas de atención plena (Mindfulness), elementos que proporcionan una sólida base para el acompañamiento y la relación terapéutica. Es así que una actitud que conjuga el arraigo, con la atención plena y el abrir espacio para el nivel trascendental y espiritual del terapeuta es el centramiento. La ubicamos como una herramienta personal a desarrollar en la vida diaria y en la relación y espacios terapéuticos que nos acompañará permanentemente.
EL CENTRAMIENTO:
Tiene cuatro fases:
*Ombligo. Nos hace presentes en el aquí y ahora. Considera tomar el tiempo necesario para salir de alguna situación que atrae mi atención (en cualquiera de los niveles, corporal, mental, emocional, espiritual) para entrar más “vacíos” al trabajo terapéutico. Respiro en el ombligo que se cierra y se abre, llevando mi atención a esa zona del cuerpo.
*Micro-movimiento. Enfocar la atención para no estar tan dispersas-os y bajar a la naturaleza del cuerpo. Consiste en cinco tipos de micro-movimientos: en todos los planos de la cabeza, siento mi cuerpo, mi postura, me doy cuenta de mi sensación y de mi sentimiento en ese momento, que nos permiten ver con más claridad el momento presente. Incremento y percibo aquí mi arraigo.
*Evocación al Respaldo. Es apoyarse en alguien a quien se le pueda confiar este apoyo, alguien en quien descansar y apoyarse: un Dios, un Ser Superior, la Madre Tierra, una Energía Suprema. Es recordar que nos podemos apoyar en alguien, el sabernos apoyadas-os y sabernos que no estamos solas-os en esa tarea. Para este momento es muy importante solicitar con claridad a qué seres queremos invitar en esta misión, ponerles nombres, imaginarlos. Aquí me reconecto propositiva y explícitamente con Dios (o con la “trascendencia”) y con los que me preceden (maestras-os espirituales, seres de luz); con cualquier forma de Luz y la siento, que viene desde dentro y desde fuera de mi.
*Intención. Primero defino cuál será en ese momento mi intención (que también puede ser expresada por el cliente/paciente a su vez o en unión a la de éste/a). Cuanto más clara es mi intención, más fácil será trabajar en la relación y espacios terapéuticos, puesto que no divagamos, vamos con claridad hacia la intención y le conferimos el poder que tiene. Lo anterior lo hago con la potencia y el poder sostenidos que tiene mi intención.
El centramiento me permite verificar y aumentar la calidad en mi estar en la relación. Se propone al centramiento como un “lugar” actitudinal del que hay que partir y estar regresando a cada momento, para que desde ahí se puedan desarrollar ciertas técnicas y actitudes humanistas y comunicarlas al cliente.
“La calidad y potencia de mi centramiento, arraigo e intención se irán incrementando con la práctica y con el tiempo, siendo éstos la cuna donde está toda posibilidad de mejorar mi trabajo y la calidad de mi estar. A partir de aquí podemos hacer un trabajo humanista más profundo.” 1
¿Cómo se conjuntan estos conceptos, actitudes y herramientas con enfoque en el cuerpo y el humanismo en la psicoterapia? Para contextualizar el surgimiento de este movimiento, señalo que la corriente humanista o humanismo en psicología y psicoterapia contemporáneas es también considerada como la “Tercera Fuerza” en estas disciplinas, surgiendo en los años 50’s y 60’s en Estados Unidos como una reacción de protesta y de complemento o ampliación de los supuestos e ideas desarrollados por las dos corrientes que en ese tiempo dominaban el ambiente científico y profesional de la época: el conductismo y el psicoanálisis.
Ambas corrientes habían nacido y se habían dirigido hacia rumbos diferentes e incomunicados dentro de la psicología: la primera, la conductista, hacía énfasis en una orientación mecanicista, objetivista y positivista del ser humano; la segunda, el psicoanálisis, con sus diversificaciones surgidas a partir de la teoría de S. Freud. Tanto la primera como la segunda tenían un ingrediente en común, un principio que sirvió de base para el abordaje de los distintos problemas de investigación e intervención en ese tiempo: el determinismo. Por el cual, la mente humana cobra un lugar como objeto, y no como sujeto del proceso científico.
Miguel Martínez Miguélez, autor y estudioso del tema agrega: “La Psicología Humanista acepta los modelos y analogías de las otras dos corrientes como guías legítimas para ciertas áreas de investigación, pero no los considera como una descripción adecuada de los seres humanos y menos soporta que sean elevados a la categoría de dogmas, como frecuentemente lo han sido.” 2
Siendo así que el determinismo, y la visión reduccionista y mecanicista de la persona causó un fuerte impacto en la concepción que del ser humano tenía no únicamente la psicología, sino las ciencias, las artes y la ideología que en esos años era más aceptada en la sociedad.
Importante es mencionar que el humanismo en psicología es parte de un movimiento cultural más amplio, que impregnó todas las esferas de la vida de las personas de ese tiempo y que como psicología humanista paulatinamente se fue extendiendo a nivel mundial.
Entre sus principales proponentes de esta orientación se encuentran: Abraham Maslow, Carl Rogers, Gordon Allport, Charlotte Bühler, Rollo May, Wilhelm Dilthey, Edward Spranger, William Stern, Kurt Lewin, Kurt Goldstein, Gardner Murphy, Ruth Cohn, Erich Fromm, Fritz Perls, Teilhard de Chardin, M. Bubber, Karen Horney desde una concepción Psicoanalítica Culturalista, Harry Stack Sullivan desde lo interpersonal, Wilhelm Reich y la Vegetoterapia, Alexander Lowen y su análisis Bioenergético, la Logoterapia de Viktor Frankl, Eric Berne y lo Transaccional, Iacov Moreno y tantas-os más; muchos de ellos fueron emigrantes alemanes y europeos en los Estados Unidos.
Esta lista se ve engrosada por muchos/as más profesionales en la actualidad que aportan, amplían y contribuyen al desarrollo de esta “tercera fuerza”. Una amplísima diversidad de propuestas, teorías, experiencias, que en su conjunto dan cuenta de un vasto horizonte nuevo de perspectivas, intuiciones y percepciones para conformar este movimiento psicológico, que se caracteriza por integrar a su vez a varios proponentes o fundadores. Si bien no los unía una teoría en común, sí les entramaba una visión del ser humano suficientemente homogénea y una base concordante y confluente en el trabajo terapéutico.
Algunos científicos, psicólogos, psicoterapeutas y otros/as profesionales de ayuda que simpatizan con esta corriente, consideran al humanismo como una orientación, más que como una escuela, que comprende un modo distinto de mirar y entender al ser humano, como un ser unitario y único, visión más fértil, rica y optimista que las anteriores, que afirma que como ser humano, por supuesto, comparte por naturaleza ciertas realidades afines y también da cabida a aspectos constructivos y creativos de hombre y de la mujer, para explicar mejor su comportamiento.
Miguel Martínez Miguélez nos ofrece una integración de cuatro características afines entre los autores más representativos de esta orientación psicológica y psicoterapéutica, en apego a la Asociación de Psicología Humanista, éstas son:
Una atención centrada en la experiencia humana consciente como fenómeno primario ineludible al estudiar al ser humano. Las explicaciones teóricas y la conducta externa son consideradas como posteriores y secundarias ante la experiencia misma y ante la significación de ésta para la persona.
Un énfasis en cualidades tan profundamente humanas como la elección, la creatividad, la valoración y la auto-realización, en cuanto opuestas a un pensar sobre los seres humanos en términos mecanicistas y reduccionistas.
Fidelidad al “significado y valor” cuando se eligen los problemas de estudio e investigación, y oposición al énfasis que se pone en la objetividad metodológica a expensas de la significación.
Especial aprecio por la dignidad y valor del ser humano e interés en el desarrollo del potencial inherente a cada persona.
Andrés Sánchez Bodas en su artículo Psicoterapia humanística: un modelo integrativo (Buenos Aires, 1994) nos ofrece una síntesis de los postulados que esta orientación ofrece a la psicología y a la psicoterapia:
Toma como centro a la persona.
Se vuelve contra la exigencia científica clásica de objetividad.
Construye su propio modelo de ciencia humana, basada en la experiencia.
Confiere más importancia al sentido y la significación que a los procedimientos metodológicos. Se centra en las relaciones de significado.
Utiliza métodos estadísticos y de convalidación tradicionales, pero los subordina al criterio de la experiencia subjetiva.
Contrapone a la concepción de la vida entendida como funcionamiento, la de la vida entendida como experimento. En la primera se añaden años a la vida, en la segunda vida a los años. En la primera se convalida desde afuera, en la segunda desde adentro de la experiencia vivida.
Todo conocimiento es relativo, por lo tanto se invita a experimentar, aprovechando las infinitas posibilidades humanas de representación mental y creatividad para ampliar nuestro conocer.
No desecha, sino por el contrario, integra los logros de las otras líneas confiando en la Fenomenología como modo de completar y agregar a la total relación una concepción de la experiencia humana.
Confluye con el nuevo paradigma denominado Holístico.
Las ideas fundamentales del humanismo, que comprenden en sí mismas unas actitudes de vida, relación y valores son la base ética de la psicoterapia humanista corporal. Son el aporte que han desarrollado los distintos teóricos, autores, profesionales y científicos que, simpatizando con esta orientación humanista y nos ofrecen para el trabajo en la relación de ayuda y en nuestro propio proceso de desarrollo personal y profesional.
Dichos postulados que son el fundamento de la orientación humanista, con variaciones de términos, nombres, y jerarquías, se podrían englobar en las ideas que se describen a continuación (las cuales he complementado con el aporte de J.F. Bugental, 1964) y que mantienen una consonancia y correspondencia con las características que se señalaron en párrafos anteriores:
El ser humano es más que la suma de sus componentes. Es un organismo unificado, como una Gestalt que está en continua reestructuración.
La existencia se consuma en el seno de las relaciones humanas (inter-humanas).
El hombre vive en forma consciente, más menos asequible, esa es la base para la comprensión de la experiencia humana.
Desde lo disponible consciente, el ser humano está en situación de elegir y decidir. No es pasivo espectador de su existencia sino que la recrea. Cuando funciona de acuerdo consigo mismo, es proactivo.
La persona vive orientada hacia una meta, objetivos y valores que son la base de su identidad. Tiende a la tranquilidad y la excitación.
El ser humano tiene una tendencia innata a autorrealizarse, a satisfacer sus necesidades de forma jerarquizada. Este es un proceso organísmico y unitario. El motivo principal de la vida humana es la autorrealización.
El ser humano vive en un entorno y es parte de él. Al entrar en contacto consigo mismo y con el ambiente toma de éste aquello que le falta y se desprende de lo que no necesita.
Los principios y descubrimientos son meras hipótesis que se siguen desarrollando y perfeccionando. Éstas han de ser comprobadas y modificadas por y en la experiencia, de tal modo que no se aceptan y manejan como definitivas.
La ciencia debe corresponder a las características distintivas del ser humano tal y como es. Es importante que las hipótesis surjan y se comprueben o desechen en la vivencia misma de las personas y no a la inversa tratando de encasillar a los seres humanos en postulados teóricos.
La apertura a la experiencia no genera conocimientos de tipo dogmático.
Los resultados estadísticos y de los tests en general, sólo pueden ser entendidos a la luz de la experiencia del que los interpreta.
El ser humano que investiga es siempre parte de la investigación. La objetividad de la ciencia, en el mejor de los casos, no es más que un acuerdo entre los científicos.
La enfermedad mental es una opción desesperada del organismo para mantener su existencia. Se requiere trascender la visión médica y generar una relación interpersonal comprensiva para superarla.
Carl R. Rogers, quien ha sido uno de los principales pilares del humanismo, y concretamente creador del modelo psicoterapéutico Enfoque Centrado en la Persona (ECP) afirmó en 1960 en cuanto a la relación terapéutica que, “el encuentro cálido, subjetivo y humano de dos personas es más eficaz para facilitar el cambio que el conjunto más perfecto de técnicas derivadas de la teoría del aprendizaje o del condicionamiento operante”.
En el presente modelo de psicoterapia humanista corporal, que ofrece Integra, este principio es clave en la relación de ayuda, por lo que sin sacrificar, ni subestimar el aspecto técnico y metodológico, le da primacía al encuentro humano en la relación, acompañando con respeto, sin apresurar, sino al ritmo del o de la cliente su proceso de encuentro consigo mismo.
Además de los postulados e ideas fundamentales del enfoque humanista de orientación, ¿cuál es la concepción del ser humano dentro del humanismo?
Ciertamente las visiones que se tenían de la persona, desde la psicología y psicoterapia, en la primera mitad del siglo pasado, con matices más reduccionistas, mecanicistas y ubicándolo como objeto de las múltiples investigaciones fueron quedando atrás, para dar paso a una nueva forma de concebir al ser humano.
Según Rollo May (1972) hay aspectos que nos son afines como especie,
“Una serie de hechos une a la humanidad, a toda la humanidad. El ser humano nace de padre y madre y a menudo es concebido y creado con amor. Persigue ciertas metas biológicas, pero también persigue otras metas que le exigen establecer su propia identidad, tomar responsabilidades y satisfacer su curiosidad respecto al sentido de la vida. Suele enamorarse y procrear. Muere siempre solo. A través de su vida experimenta ansiedad, anhelos, dolor y placer.”
Algunas de las características más esenciales de su concepción del ser humano desde este nuevo movimiento, según sus diversos proponentes son (integro el esquema de U. Volker mencionado por J. Kris en su libro “Corrientes Fundamentales de Psicoterapia”):
Autonomía e interdependencia social: desde la dependencia inmadura infantil hacia una búsqueda de interdependencia (dependencia madura de E. Erikson). La persona como ser activo capaz de intervenir en su propio desarrollo y de tomar para sí la responsabilidad acerca de su vida.
El Humanismo propicia una aproximación al conocimiento del ser humano que denota una actitud de comprensión hacia las personas con respecto a sí mismas y a su realidad. Va más allá de una visión determinista y mecanicista del individuo que lo define como esclavo de sus impulsos o del medio ambiente. Lo ve más bien como el que tiene la capacidad de autodeterminarse, de ser constructivo y autónomo, de elegir valores que incluso trascienden su propia supervivencia. Que es capaz de amar, de compadecerse ante el dolor propio y ajeno, de comprender a otro y comprenderse a sí mismo, de ofrendar su propia existencia sobre este planeta por causas personales que le son más significativas que su propia vida. Incluso cuestiona la adaptación y la sobrevivencia como los fines últimos del hombre. El ser humano, como lo dice May, “es la estructura singular de las potencialidades de cada individuo” (May R. 1972). 3
Cuando elegimos lo mejor para nosotros, elegimos lo mejor para los demás y viceversa.
El ser humano nace con una tendencia a la autoconservación y a la autoactualización; tiene dentro de sí mismo toda la energía para su conservación y desarrollo y funciona como una totalidad organizada. A medida que aumenta en él la conciencia se incrementa su libertad interna.
De allí la aparición de conceptualizaciones y experiencias vinculadas a las tendencias del crecimiento y la realización (Goldstein, Rogers, Maslow).
Orientación por la meta y el sentido: Además de la base biológica, los seres humanos, haciendo uso de su capacidad simbólica, erigen valores (culturales y personales) que orientan sus acciones intencionalmente. Toda conducta es siempre intencional (sea consciente o no consciente). La construcción del yo y de la identidad se vincula en forma directa con este punto. La intencionalidad da cuenta de un sentido que nos constituye como somos (Frankl, Fromm, Adler, Allport).
Totalidad: Se considera al organismo humano (persona) como un todo que se entrama con el todo. Sentir, imaginar, pensar, hacer (Jung, Perls, Moreno). Carne, razón, contemplación (místicos cristianos). Tekné, praxis y teoría (Aristóteles). Jerarquías y/o niveles de integración: físico, biológico, mental, social, causal, omega. Niveles de aproximación a los cuales se accede integrativamente desde: la física y la química, la biología, la psicología, la religión, la sabiduría y el encuentro místico trascendente (paradigma holográfico).
Según el humanismo, para que el ser humano pueda desarrollarse como tal, es importante que se confíe en él, que se se le ayude a descubrir y atender sus necesidades y con esto aprenda de su propia experiencia. El ser humano es un ser en relación y sólo desde ahí se le puede comprender. Tiene una necesidad intrínseca de relación y afecto. Está en proceso de auto-creación y requiere de un medio propicio para crecer.
LA RELACIÓN INTERPERSONAL: EL NÚCLEO DE LA ORIENTACIÓN
Para Carl R. Rogers, según su experiencia recogida de años de trabajo como orientador y psicoterapeuta, y la observación, en la diversidad de trabajos profesionales que impliquen relaciones con las personas, la cualidad del encuentro personal con el paciente (cliente, usuario, alumno-a, entre otros), es lo más importante para determinar su efectividad.
Son cualidades humanas personales que el/la orientador/a experimenta y que en su práctica cotidiana va adquiriendo, no son conocimientos teóricos o técnicos (los cuales también apoyan), sino más bien una actitud de apertura y crecimiento personal del orientador mismo.
CONGRUENCIA:
El orientador-a o psicoterapeuta es honesto/a y sin “máscara” ó dobleces; los sentimientos que el/la orientador/a experimenta son accesibles a él ó a ella. Es la capacidad intrapersonal de que coincidan lo que pienso y siento de/en mí. Si lo comunico hacia fuera en la relación se llama autenticidad o ser genuina/o.
Es ésta la primera condición esencial en la relación.
EMPATÍA:
Es percibir el mundo interno de significados privados y personales del-la paciente como si fueran los propios, pero sin nunca perder la cualidad de “como si…”
Es la segunda condición esencial en la relación.
Además de la comprensión, la cual no es cualquier comprensión, sino es una basada en la escucha sincera y con la mente “vacía” (según la filosofía Zen) de prejuicios, etiquetas.
Nadie adquiere estable y completamente la empatía, como se menciona en las líneas anteriores, pero el autor afirma que se puede ir logrando con entrenamiento. O bien, digo yo, estar en el ir y venir hacia un estado empático; disponiéndonos a él imprescindiblemente en la relación terapéutica.
Tanto es importante la experiencia de dicha comprensión de parte del/la orientador/a, como la comunicación del intento de entender, pues apoya de por sí.
INTERÉS POSITIVO:
Es la tercera condición esencial de la relación interpersonal.
Se refiere a un sentimiento no paternalista, no sentimental, ni superficialmente social y aceptable, sino a que el orientador tome una actitud afectuosa, positiva y aceptante hacia el/la paciente y lo que tiene dentro de sí.
Destaco el percibir al/la paciente como una persona individual, independiente, sin posesionarse de él.
INCONDICIONALIDAD DEL INTERÉS:
El autor Carl R. Rogers sostiene la hipótesis de que la relación con el/la paciente será más efectiva, mientras más incondicional sea el interés positivo.
El/la orientador/a aprecia al paciente en su totalidad, no de forma parcial, ni condicional; lo cual quiere decir que no acepta algunos sentimientos del paciente y desaprueba otros.
Un elemento importante en esta cualidad, es la de no hacer juicios, ni evaluaciones, de este modo el encuentro y la efectividad hacia un cambio y desarrollo constructivos es más probable y segura.
Un buen ejemplo que ilustra a qué tipo de actitud se refiere, es la de los padres y madres que se interesan en sus hijos-as, que los-as quieren sin reservas, ni condiciones, que los-as aceptan tal como son. De este tipo de padres-madres podemos aprender la “incondicionalidad”.
LA PERCEPCIÓN DEL/DE LA PACIENTE:
Esta cualidad necesita tener el/la paciente, y no el/la orientador/a, como en los casos anteriores.
Se trata de cuando el/la paciente cuenta con una percepción de un grado mínimo de autenticidad y de la empatía que el/la orientador/a experimenta hacia él/ella y le transmite, se puede predecir el desarrollo de la personalidad y el cambio en la conducta.
Por lo tanto, necesito como orientador/a estar sensible a tres elementos: a lo que sucede en mí, a la corriente de sentimientos de mi paciente, y además a la manera en que él/ella está recibiendo mis comunicaciones.
Y para asegurarme que lo que estoy experimentando hacia él/ella no se percibe ambiguamente, necesito comunicarme con claridad y transparencia.
Las propuestas de Rogers -y junto con las de él, la de otros/as autores/as humanistas-, integradas al modelo de psicoterapia humanista corporal, cobran mayor significación y sentido si son comunicadas y expresadas al/la cliente, pues de nada sirve poseerlos y dejarlos en nuestro interior. Para poder comunicarlos, nuestro modelo cuenta con una basta diversidad de herramientas, actitudes y habilidades.
Ejemplos de lo anterior son los distintos tipos de reflejos que el/la terapeuta hace al/la paciente/cliente, que pueden ser de sentimientos, de contenido, del momento presente, reflejos simples, comunicación de la empatía, entre otros.
ALGUNAS LIMITACIONES:
Se refiere a que a pesar de entender cada orientador/a o profesional de psicoterapia, o que trabaja con personas, las condiciones propuestas por el autor para hacer efectiva la relación de orientación, algunas veces éstas podrán ser interpretadas de manera subjetiva, parcial, de tal manera que el/la orientador/a crea o piense que está actuando según esta base de cualidades, y en la realidad lo haga de manera deficiente.
Otro aspecto que hay que considerar es que cada paciente, cada persona que acude a la orientación es única y lo que a algunos no funcionaría en absoluto, según su situación o su trastorno, podrá ser altamente efectivo a pacientes con otro tipo de personalidad, en otra situación o estado emocional. Por lo que hago énfasis en que no hay recetas preestablecidas, la valoración individual, considerando estas condiciones dará la pauta al respecto.
LA FILOSOFÍA IMPLÍCITA:
Las actitudes descritas cobran sentido si están cimentadas sobre la base de una filosofía que implique un profundo respeto hacia la persona y sus potencialidades, en la que se le valore a ésta en primera instancia sólo por el hecho de serlo, apreciándola con toda su individualidad, como sujeto, potencialmente dispuesta al cambio y al desarrollo.
Destaco la percepción del paciente como sujeto y no como objeto manipulable de intereses externos, o por considerar que sea “para su propio bien”.
Sin el valor del individuo, difícilmente el/la orientador/a podrá experimentar interés y respeto hacia su paciente, puesto que será más difícil respetarse a sí mismo.
En su obra “La persona como centro”, Carl Rogers, nos presenta un caso dramático de una joven estadounidense llamada Ellen West y la Soledad, en el que se nos muestra con detalle cómo la aplicación equivocada de las terapias, considerando como objeto a la joven, pudieron contribuir a que el desenlace fuese fatal.
El autor afirmó: “cada vez que hacemos de la persona objeto, nos constituimos en obstáculo ante nuestra meta terapéutica”.
Sólo somos una gran ayuda cuando nos relacionamos como personas.
La corriente humanista en psicología y psicoterapia se nutre y enriquece constantemente del aporte de profesionales comprometidos con ella y con el desarrollo del ser humano.
Van Dusen Wilson, en La profundidad natural del hombre (1992), nos amplía el horizonte y nos enseña cómo ver y escuchar al otro. Algunas de sus ideas y propuestas son bien recibidas en el modelo de psicoterapia humanista corporal y destaco algunas de las principales que este autor ofrece.
Para ver y escuchar al otro necesitamos saber que la fuente menos confiable, tiende a ser lo que la persona dice.
Escuchar: centrar la atención en el cómo se le oye, ritmo y entonación de su voz, no tanto las palabras, como sus gestos.
Observar: tanto al observado como al observador. Es decir constantemente el observador se observa a sí mismo, al igual que se escucha a sí mismo.
Aspectos que observa:
*el rostro,
*la vestimenta,
*movimientos corporales y gestos (caminar; descubrir el sentimiento subyacente, el cual es que está abajo del superficial, la raíz del sentimiento, por llamarla así)
-una modificación directa en el modo como se utiliza el cuerpo, tiende a modificar también las actitudes y experiencias internas.
*cualidad de la voz
*el cuerpo mismo
Ver y escuchar el sentimiento: El sentimiento es la clave de la vida interior y de lo que es significativo para una persona; es importante descubrir este sentimiento en la observación.
Una vez que se encuentra el sentimiento, un simple comentario sobre su presencia profundiza la relación.
Se demuestra el sentimiento a través de muchos aspectos interrelacionados, por ejemplo el rostro, la voz, los gestos, y los movimientos, por mencionar algunos.
La medida en que uno/a se da cuenta de sí mismo/a: Una persona que está consciente de sí misma, capta y dirige los procesos que se dan en su interior. Es probable que este aspecto avance al mismo tiempo que con la capacidad de percibir a los demás.
Cuando una persona no es consciente de sí misma, su auto-imagen y auto-percepción son simplistas y planas.
Insight: es darse cuenta de sí. Para darse cuenta de sí, es necesario un proceso de introspección. Igualmente en cierto modo, en español, podríamos traducir “insight” como introspección, que del latín tardío introspectio, -ōnis, y este der. del lat. introspicĕre ‘mirar adentro’. El trato con personas con mayor grado de “insight” es más fácil para niveles profundos, ya que cuentan con mayor información sobre sí mismas, sobre sus sentimientos, mundo interno y externo, lo cual les da posibilidad de mostrar su vulnerabilidad con transparencia y valor, es decir, sin esconderse defensivamente.
Este grado de auto-conocimiento les hace más disponibles para los demás y para sí mismos.
El aspecto interpersonal de la observación:
La relación observado – observador es una relación dinámica y recíproca.
La tendencia es que si una persona se siente comprendida, su actitud sea más abierta y animada hacia quien le ofrece la comprensión.
La reciprocidad implica el hecho de que si una persona se abre en lo más íntimo hacia otra, quien la escucha y observa necesitaría estar dispuesta a abrirse a compartir algo de la profundidad de sus sentimientos. Igualmente, podría pasar que una persona que se siente bien comprendida se dé cuenta de que ella no lo ha sido de la misma manera, y quiera corresponder dando un giro a enfocar la atención en el observador, en preguntar sobre él/ella y dejar de ser el centro en ese momento.
Integrando las observaciones:
Para concluir, señalo que cada aspecto de los observados (voz, cuerpo, vestimenta, piel, rostro, gestos, movimientos) reunidos de forma integrativa y considerados de manera global, pueden apoyarnos ampliamente en la experiencia de la observación, a fin de obtener información confiable y a nivel profundo sobre la persona que se observa.
Para ampliar el panorama sobre cómo ha logrado el modelo humanista en psicoterapia corporal ir uniendo y conectando estos dos enfoques que no sólo son compatibles, sino complementarios: los valores y actitudes del humanismo y los métodos, habilidades y técnicas que dan forma al enfoque corporal, partiendo de la premisa que Integra sostiene al respecto y que de modo personal y grupal he podido constatar, menciono algunas de las habilidades que practicamos en este modelo: reflejo simple, reflejo de sentimientos, reflejo de lo no verbal, atención y reflejo de la experiencia presente, respeto, comunicación de la empatía, trabajo de partes, contacto con la sensación corporal, presencia y potencia terapéutica.
El modelo de Integra va promoviendo el trabajo de desarrollo y autoconocimiento personal con una clara integración e interdependencia del aspecto trascendental y espiritual de la persona. En cuanto a la formación-entrenamiento, a través de ejercicios, lecturas, reflexiones, dinámicas y técnicas grupales e individuales, se va logrando una ampliación de la conciencia del ser, siempre reconociendo la parte espiritual que hay en cada una-o de nosotras-os. En esto apoya especialmente la promoción de las herramientas personales de atención corporal, psicológica a sí mismo y hacia quienes acompañamos; el respeto, primero hacia sí mismo/a, para poder comunicarlo y percibirlo en el/la otro/a.
El modelo al que me vengo refiriendo, integra además conceptos básicos como la resiliencia (considerada la esencia humana de la transformación). Se puede definir la resiliencia como la capacidad natural de un individuo de reaccionar y recuperarse ante las adversidades y situaciones conflictivas. Implica diversas cualidades que promueven un proceso de adaptación y de transformación a pesar de sus riesgos y de las situaciones adversas.
Como el concepto de bienestar: más allá de lo que en otros períodos de la historia del ser humano haya significado el bienestar, concibiéndolo como la ausencia de enfermedad, estar librados de los síntomas de la enfermedad, Erich Fromm nos aporta la idea de que bienestar es estar de acuerdo con la naturaleza del ser humano, como un primer intento de definirlo.
Este autor nos ofrece el concepto de bienestar, -el cual comparto-, es el estado de haber llegado al pleno desarrollo de la razón, no en el sentido de un juicio intelectual, sino en el de captar la “verdad”, “dejando que las cosas sean” (idea de Heidegger), es decir, tal como son. Pero esto sólo es posible en el caso de que uno/a haya superado el propio narcisismo.
El enfoque humanista de orientación aporta y abre una nueva mirada a las realidades humanas, que suceden en la vida del/la cliente/paciente a nivel interno y externo, y por supuesto las que suceden en el/la orientador/a, facilitador/a, acompañante o terapeuta. Al respecto, Miguel Martínez M., (1982) afirma:
“No queremos negar que la realidad, observada desde otro punto de vista, se presente con determinadas características, propiedades o matices interesantes y útiles; sólo queremos afirmar y probar que estamos viendo esa misma realidad -la realidad humana-, bajo un nuevo sistema de relaciones y desde un punto de vista que nos parece más rico, más fértil, más coherente y más acorde con el resto de los conocimientos aceptados por otras disciplinas”.
El humanismo psicocorporal concibiendo a la persona como el centro y la relación personal con ella, como el núcleo de la orientación, en donde conjugando las distintas habilidades, métodos, herramientas y técnicas de trabajo del enfoque corporal con los valores y actitudes de vida y relación que ofrece el humanismo, en una actitud respetuosa, con una presencia amorosa, gentil y compasiva hacia el/la paciente/cliente, se logra brindar un acompañamiento respetuoso, pausado, y rítmico de la persona, para que emprenda un camino de autoconocimiento y de auto-aceptación desde y a través del cuerpo, logrando con ello una mayor calidad de vida.
A manera de conclusión…
-Releer, reflexionar, interpretar y comprender los materiales teóricos y bibliografía propuestos para el primer y segundo módulos de la formación ahora, me da nuevas luces para mi vida y para la práctica de la psicoterapia humanista corporal, en relación a lo que pude experimentar y comprender en su momento: se actualiza mi comprensión.
-Más allá de lo estimulante, rico y novedoso que redescubro en la propuesta de la psicoterapia humanista corporal, al ponerme de nuevo en contacto y acercarme a las lecturas, materiales y otras fuentes bibliográficas sobre las bases antropológicas, filosóficas, teóricas, metodológicas y técnicas del tipo de relación terapéutica que realizamos, tomo conciencia de mi propio camino durante el entrenamiento, de mi proceso personal de desarrollo y crecimiento, de mi propia evolución, dentro de la evolución colectiva. Pues no me ha resultado lo mismo -y por mucho- hacerlo ahora, mucho tiempo después del entrenamiento en que he participado comprometidamente conmigo y con el grupo, que haberlo leído al inicio de la formación.
Con satisfacción puedo afirmar que la psicoterapia humanista corporal funciona, con esto digo que tiene resultados visibles y no visibles, sin embargo que me han dejado huella profunda en mi experiencia de vida.
-Al integrar al trabajo de la psicoterapia centrada en el cuerpo, los valores y actitudes humanistas de relación y orientación, necesitamos siempre tener presente que los ritmos y necesidades son determinados por la persona que acude a la terapia, el cliente o paciente en este caso, por lo que bajo ninguna razón se violentará o presionará a éste/a para que realice una cierta acción; he aprendido que la suavidad, la gentileza y el respeto íntegro a su persona y proceso es un aspecto fundamental de este tipo de terapia centrada en la persona.
-Es a inicios del Siglo XX que S. Freud y J. Watson dieron origen a dos grandes escuelas en psicología y psicoterapia, el psicoanálisis y el conductismo, respectivamente. A mediados del mismo, otros/as diversos/as e inquietos teóricos, profesionales e investigadores proponen el surgimiento de un nuevo movimiento plural al interior de esta ciencia con métodos, técnicas y herramientas que revolucionaron la concepción del ser humano, ubicándolo como centro y sujeto de su propio desarrollo, la psicología y psicoterapia humanista contemporáneas. Hoy día, después de casi dos y media décadas de camino en el Siglo XXI podemos contemplar y ser partícipes de modelos y enfoques que retoman de manera integrada y ecléctica los mejores aportes y propuestas de cada una, en este caso el modelo de psicoterapia humanista corporal.
Es un modelo que ha logrado conjuntar por un lado, los valores y las actitudes del enfoque humanista de orientación, con los métodos, técnicas y herramientas de intervención del enfoque centrado en el cuerpo, complementándolos recíprocamente y partiendo de una visión holística, integrada y unitaria de la persona, ofreciéndole una buena dotación de recursos para el autoconocimiento, la conciencia y el desarrollo personal desde y a través del cuerpo, de un modo respetuoso, según los ritmos y necesidades de quienes solicitan la ayuda, logrando así una mejor y mayor calidad de vida.
-No me apetece (ni me interesa) ahora entrar en discusiones sobre la supremacía de unas corrientes en psicología y psicoterapia sobre otras. Considero que no estamos como seres humanos, ni como profesionales, en un tiempo que necesite entrar en estas polémicas, ni que sea urgente mantener una aberrante posición sobre la de otros, además de que no existe tal supremacía realmente. Al contrario, es un tiempo de nuestra historia en el que se precisa de unirnos y de seguir evocando a la interdisciplinariedad, a la multidisciplinariedad en las ciencias, en las artes, en la tecnología, en las visiones conjuntas de mirarnos como humanos.
Lo que sí quisiera es señalar que por varias razones personales y sociales, puedo afirmar que el enfoque humanista de orientación unido a los métodos de trabajo desde y con el cuerpo me ha resultado fascinantemente interesante, novedoso y eficaz en mi experiencia propia, y en la de las personas que he conocido que lo han probado, además de que me ha gustado bastante.
Y personalmente el trabajo con el cuerpo, la respiración, el movimiento, el arraigo, centramiento y la energía han sido una puerta de acceso a mi conciencia, a mi vivencia interior, a mi espiritualidad y a un infinito mar de posibilidades y potencialidades que se encuentran en mí.
Desde muy joven he descubierto mi simpatía y he comenzado a desarrollar mi cercanía con las humanidades, pues vengo de una formación humanista en la universidad, desde que a mis quince años comencé a estudiar Trabajo Social, luego con la licenciatura en esa misma área y con diversos diplomados, cursos y talleres vinculados las humanidades, al humanismo, siempre en un contínuo sensibilizarme de los problemas de las personas con mayor necesidad, de los grupos y de las comunidades.
Fue a inicios del 2006 cuando sentí la necesidad de comenzar un proceso de crecimiento y desarrollo personales, a través de un diplomado en teoría y técnicas de psicoterapia Gestalt (que en realidad era un grupo terapéutico); de ahí a comenzar mi aventura de autoconocimiento, meditación y autotransformación a través del Programa SAT con Claudio Naranjo y simultáneamente mi entrenamiento en Integra, luego la práctica de Mindfulness y de aquí, para adelante…
Mirando en retrospectiva, puedo por último agregar que me siento profundamente agradecida con la Voluntad Divina, conmigo misma, con mi marido, con mis hijos y familia, con cada una de las personas que han entrado en mi proceso, en mi vida, como guías, como maestros/as, como acompañantes (especialmente le agradezco a Ana de Saint Phalle), porque he tenido la oportunidad de encontrarles y de sentirme sostenida, apoyada y mucho más viva, con mucha más fuerza, esperanza y deseos de seguir mi búsqueda, pudiendo a la par acompañar a otras personas como yo, con deseos de crecer.
-Definitivamente luego de este repaso y mirada en retrospectiva y prospectiva, claramente tengo la convicción de que este modelo de psicoterapia humanista corporal pudiese ser compatible con cualquier persona que lo acepte y acoja. Acerca de sus resultados, de su efectividad y eficacia, con la misma convicción puedo afirmar que funciona y apoya enorme y prontamente a sus usuarios/as (quienes nos formamos en los entrenamientos, maestría y talleres, a los clientes/pacientes que acuden) en su estado general de bienestar, salud (holísticamente concibiéndola) y en los procesos de auto-regulación organísmica.
Dado que su premisa es sanar y no únicamente es quitar síntomas, el proceso terapéutico se nutre de todos los recursos, métodos, técnicas y herramientas posibles para que esto suceda, poniendo a disposición uno de los recursos principales en la relación y en el espacio terapéuticos: al/la terapeuta, con las actitudes de presencia amorosa, firmeza y compasión, haciendo que emerja la confianza naturalmente para que la persona pueda desplegar su potencial de sanación, autorregulación y conciencia en su momento presente.
Y ciertamente hablando de sanación, el requisito de comprometerse en un proceso terapéutico individual a la par, de parte de las-os alumnas-os de las diversas formaciones en Integra es muy importante y valioso.
-Puedo observar un cambio en mi persona, en todos los niveles; una transformación a pequeños y grandes pasos, como sea, pero a mi ritmo, según mi proceso, el cual honro, como también honro el de mis compañeros/as, el de mis maestros/as y facilitadores/as.
-Quisiera concluir agradeciéndote Marilenca porque tuviste una idea, un sueño, una iniciativa, te acercaste y allegaste a un buen equipo de trabajo y éste se fue haciendo realidad y se materializó en lo que ahora es y seguirá siendo (lo digo, por el potencial de cambio que tiene todo proyecto en sí). Enhorabuena a ti y al equipo porque hacen este trabajo, así como tambiíen a todas-os quienes han aportado su esfuerzo en el pasados, una muy digna contribución a nuestra evolución colectiva y personal.
-Albert Rams, psicoterapeuta catalán, en su libro Veinticinco años de Gestalt, nos recuerda que en la psicoterapia, no es que debamos “no hacer nada”, sino que lo que necesitamos es “hacer nada” en la relación de ayuda, que sería como dejar que suceda, que fluya la persona en su proceso, que emerja la vida en su sabia manifestación, sin sentirnos que nosotros hacemos que suceda, sino que únicamente somos testigos y ciertamente facilitamos el ambiente y la relación para que lo que necesite suceder, suceda.
Rams cita en su “hacer nada…” a Lao Tsé, cuando dice:
El sabio aprende a desaprender,
volviendo sobre el camino que la masa desaprueba;
y adhiriéndose a la espontaneidad de los seres,
No hacer nada.
Patricia Perales Magdaleno
Trabajadora social y orientadora familiar. Profundizó su viaje de autoconocimiento en el Programa Sat de Claudio Naranjo. Se formó en Terapia Corporal Integrativa (T.C.I.)
Egresó del Instituto Humanista de Psicoterapia Corporal, INTEGRA. Es instructora del Programa MBSR (Reducción del Estrés Basado en Mindfulness) y facilitadora de otras intervenciones basadas en Mindfulness. Actualmente combina el enfoque psico-corporal con las prácticas de Atención Plena.
Referencias bibliográficas
FERGUSON, Marylin, La conspiración de acuario, Ed. Kairos, 1980.
ROGERS, Carl R., El proceso de convertirse en persona, Ed. Paidos, México. 1993.
ROGERS, Carl R., Terapia, personalidad y relaciones interpersonales, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2002.
ROSENBERG, Marshall B., Comunicación no Violenta. El lenguaje de la compasión, Ediciones Urano, Barcelona, 2000.
Integra. Carpeta (antología) del Primer Semestre (I y II Módulos). Autores diversos.
RAMS, Albert, Veinticinco años de Gestalt, Memorias de un gestaltista precoz, Ed. La Llave, España, 2004.
De la red de internet:
*Artículo: La Psicología Humanista como Nuevo Paradigma Psicológico, de Miguel Martínez Miguélez (Profesor Emérito de la Universidad Simón Bolívar de Caracas,Venezuela) Recuperado el 7/junio/2024: http://prof.usb.ve/miguelm/lapsicologiahumanistacomonuevoparadpsic.html
*Artículo: Humanismo y Espiritualidad hoy en día, de Marilenca Bailey Jáuregui.
Recuperado el 19/enero/2010: https://instituto-integra.com
*Artículo: Análisis Bioenergético: su validez científica. Respuestas a las 15 preguntas sobre la validez científica del Análisis Bioenergético, de la Federación Europea de Psicoterapia-Análisis Bioenergético, Dic. 2004. (Trad. Luís Naranjo Espejo)
Recuperado el 30/mayo/2024: http://www.analisis-bioenergetico.com/wp-content/uploads/2015/09/doc_respuestas.pdf
*Artículo: Psicoterapia humanística: un modelo integrativo, de Andrés Sánchez Bodas (Publicada originalmente en Revista Observador N° 3 y 4, Buenos Aires, 1994.
Recuperado el 7/junio/2024: http://www.robertexto.com/archivo18/psico_humanis.htm
*Artículo: Teorías y métodos – Humanismo (Eje 2), de Laura Estrada, AREANDINA – Fundación Universitaria del Área Andina, Bogotá, Colombia, 2018
Recuperado el 5/junio/2024: https://d3g4v0cf6ioz32.cloudfront.net/universidadriviera/BibliotecaGrupos/3755ad8f_e5b5_400b_83a5_dc3b9cc20db6.pdf
*Glosario de términos en humanismo psicocorporal. 1° y 2° semestres del Entrenamiento Humanista en Psicoterapia Corporal. Integra. Elaboración propia.
1 BAILEY J., Marilenca, Actitudes y herramientas, Carpeta del I Semetre del Entrenamiento.
2 MARTÍNEZ M., Miguel, La Psicología Humanista como Nuevo Paradigma Psicológico. Artículo en la web.
3 Pág. Web de la ADEHUM, Asociación de Desarrollo Humano de México, 2010 .