Revista de Psicoterapia Humanista Corporal - Edición 2

Mi plato de comida, el espejo de mi plato de vida

Psicoterapeuta Marisol Santillán

Aprender a observar la forma en la que comes es un gran principio para dejar de comer compulsivamente o por hambre emocional, ver detenidamente tu plato de comida puede ser la puerta para darte cuenta de cómo es tu vida… el plato se vuelve como una maqueta de lo que le agregas, restringes, sobre pasas, permites, etc. No sólo en la comida, también en tu forma de vivir, es como ver un pequeño mapa que te dice el camino a seguir.

Mi plato de comida durante muchos años estuvo lleno de restricción, mi miedo a engordar o a romper la dieta dictaban lo que podía incluir o no. Las harinas me daban terror, era un pecado comerlas, las tortillas eran sinónimo de seguir siendo una gorda sin llenadera, los postres sólo estaban permitidos como premios por estar flaca y sin panza, por lo tanto, yo no debía comerlos. ¿En qué se parecía esto a mi vida?

Así como les tenía miedo a los bolillos o a las pastas porque me harían estar gorda y verme gorda era motivo para sentirme rechazada por mis amigos o familiares, de igual manera le tenía pavor a ponerles límites a ellos y no podía decirles que “no”, aunque decirles que “sí” significara pasar por encima de mí misma. No importaba si yo quería o podía, siempre hacía lo posible por hacer lo que me pedían, me daba miedo que me dejaran de querer o de buscar, aunque fuera para hacerles un favor.  Como era de esperarse, así como les había dicho que “sí” a ellos, yo terminaba dándome el “sí” para comer tortillas, pastelitos de bolsita y hasta espagueti frio parada frente al refrigerador. Darme el permiso de comer era la forma que tenía para brindarme consuelo y un poco de paz.

¿Puedes ver el parecido? Así como no podía poner límites a otras personas tampoco podía respetar mis propios límites. Al igual que no era capaz de darme bienestar en mi plato de comida tampoco era capaz de darle bienestar a mi vida, el miedo a quitarme ciertos alimentos o a comerlos era igual a mi miedo para enfrentar las emociones que se vivencian en las relaciones interpersonales. Y así, la falta de límites y consciencia ante mi conducta me hacía pasar de la restricción a la compulsión tanto en el plato de comida como en el plato de la vida…

Las restricciones que tenemos en el plato de comida son el reflejo de todos los faltantes en la vida, es imaginar que no podemos hacer o tener o que simplemente no merecemos todo aquello que parece permitido para otros. Por ejemplo, si tu plato de comida se ve aburrido, siempre con los mismos platillos insípidos, sin colores frescos y nuevos, seguramente así ves tu vida, aburrida y así como no buscas nuevas opciones que te dejen satisfecha y feliz en tu plato de comida, tampoco lo haces en tu plato de la vida asumiendo que tu trabajo, los amigos, la escuela o tu pareja, aunque no sea lo que deseas, es el que mereces.

Por ejemplo, si estas en un restaurante y el platillo que ordenaste no te gustó, pero recuerdas que la niña buena se come lo que le den y, además, te da pena decirlo frente a tus acompañantes o con el mismo mesero, decides callarte y comértelo. Entonces es probable que en medio de una reunión con familiares o amigos donde no la estás pasando bien, quizá ya estas cansada o incomoda con la compañía, decidas quedarte como respuesta automática, porque al igual que en el restaurante, te da pena retirarte temprano. En ambos casos te queda un mal sabor de boca, donde comer y vivir es igual a restricción e insatisfacción autoimpuesta.

Lo mismo pasa con nuestras conductas compulsivas. Recuerdo un paseo en un parque de diversiones con amigas, todas adultas y con hijos, decidimos ser intrépidas y subirnos a todos los juegos que van rápido, que te voltean de cabeza o que dan vueltas y vueltas. Una de mis amigas decidió que terminaría con el miedo al Kilahuea, ese juego que después de llevarte a una gran altura te deja caer simulando caída libre. Nunca se había subido, nos subimos una vez y ella feliz por haberlo logrado decidió subirse otra vez y otra vez y otra vez… ¡cuatro veces seguidas! Y paró porque ya le dolía la espalda, el cuello y tenía ganas de vomitar como consecuencia a su acto compulsivo. Para quitarse las náuseas decidió comerse una bolsa grande de papas con salsa picante y mucho limón, acompañado de un enorme refresco ¡de dieta! Una vez más en lugar de simplemente estar en calma o irse a su casa a descansar, se refugió en la compulsión por comer.

Otra forma para conocernos a través de nuestra forma de comer es observando los alimentos que colocamos en el plato, ya que tienen mucho que ver con lo que creemos de nosotros mismos y cómo nos vivimos en la vida, por ejemplo:

Si crees que no mereces mucho en la vida y te tratas constantemente como no valiosa, entonces cargarás tu plato con comida chatarra, poco nutritiva, lo que te hará sentir mal físicamente y de poco valía.

Si crees que no puedes depender de otros y disfrazas tu vulnerabilidad con autosuficiencia, en vez de pedir ayuda y llamar un amigo, seguramente te recetarás una buena dosis de comida que te reafirme la idea de qué comer sólo depende de ti misma.

Si crees que tu cuerpo es tan feo que no importa darle bienestar, te encontrarás comiendo alimentos que te hagan sentir pesada, inflamada, además, experimentarás culpa y decepción.

Si eres una persona a la que gusta quedar bien con los demás en todo momento, cuando estés comiendo frente a otros, tu plato estará lleno de verduras y alimentos que para la sociedad son nutritivos, pero tal vez llegues a casa a comer los postres que no te permitiste antes.

Usamos a la comida como premio o castigo, para darnos placer o inmovilizarnos ante algo que no queremos hacer. Por ejemplo, yo utilicé el chilito Miguelito como recompensa y me servía un plato de papas con limón y miguelito “me lo merecía”, con el tiempo descubrí que este suculento platillo me dejaba pesada y me paralizaba por un buen rato, entonces cuando de manera inconsciente, quería castigarme o no asistir a algún evento tenía el arma perfecta, comer miguelito, esto me haría sentir mal físicamente y me daría la excusa perfecta para “no hacer nada con otros o para mí”.

Si te das la oportunidad de observar detenidamente tu plato de comida podrás observar cómo te comportas en la vida, sólo necesitas aprender a ser curiosa de ti, de tus reacciones y de tu forma de comer, cuando eres testigo de ello puedes encontrar nuevas maneras de vivir y de comer brindándote verdaderos momentos de placer, de amor y de comer.

Hagamos un ejercicio:

Escribe una lista de tus alimentos favoritos (no cuentes calorías, no es importante)

Reflexiona si alguna vez los has utilizado como recompensa o como castigo.

Trata de ubicar si hay algún sentimiento o situación que sea sinónimo de ellos, por ejemplo:

Miguelito – castigo, placer, malestar.

Quesadillas – placer, demostrarme que sí puedo comer lo que yo quiera.

Galletas – córrele para que no te vean, no puedo vivir sin ellas.

Chile relleno – el amor de mi abuelita.

Café – Despertar, apapacho, cansancio, tengo frio.

Pan de caja con mermelada – no hay otra cosa, castigo.

Una vez que hayas terminado tu lista, obsérvala, y descubre ¿Para qué los comes?, ¿Cuál de estos alimentos te invita a la restricción o al orden o a lo prohibido, al castigo? ¿Cuál de ellos te invita a ser permisiva y seguir comiendo hasta llegar a la compulsión?

 

Reflexiona y quítales el poder que han tenido hasta ahora. Colócalos en su lugar, velos como lo que son en realidad: simplemente comida. Retoma el poder y busca bienestar, la próxima vez que decidas quitarlos o colocarlos sobre tu plato de vida y de comida, tú eliges como quieres sentirte.

Espero que este fragmento del libro,  Aprende de tu hambre emocional y dile adiós a la dieta, te invite a descubrir cómo es tu relación con la comida, con tu cuerpo y tus emociones.

Encuéntralo impreso, en audiolibro o ebook en librerías y tiendas en línea, bajo el sello de Editorial Vergara.

Tu forma de comer tiene mucho que decir sobre ti, no lo tapes con una dieta más, obsérvate.

Psict. Marisol Santillán

Psicoterapeuta Gestalt con especialidad en trabajo con grupos terapéuticos en prevención y detección de los trastornos de la conducta alimentaria. Certificada en orientación familiar, trabajo corporal con Gestalt y trabajo con adolescentes. Autora del libro “Aprende de tu Hambre Emocional”.

1 COMENTARIO

  1. La verdad sobre la comida es cierto lo que dicen, somos lo que comemos, y necesitamos cambiar nuestros hábitos alimenticios y aprender a comer bien.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí