Revista de Psicoterapia Humanista Corporal - Edición 2

Principios teórico prácticos de la Psicoterapia Humanista como base de la Terapia Corporal

Mtra. Marilenca Bailey Jáuregui

La psicoterapia y la filosofía existencial humanistas reafirman la dignidad humana, la búsqueda del sentido personal, la cocreación colectiva, siendo la autonomía y la libertad capacidades de transformación básicas para el crecimiento personal y social. Valoramos y aceptamos que los intereses, necesidades y experiencias personales son distintas. Intentamos entender la naturaleza de la existencia humana. Buscamos el desarrollo integral de las personas a partir de un espíritu crítico vs. un pensamiento dogmático. Tal y como apunta el Dr. Juan Lafarga (2012) “…el desarrollo implica cambio y transformación en un proceso evolutivo. El calificativo Humano, delimita el campo a lo que hace referencia directa, a la mujer o al hombre, o tiene que ver en alguna forma con la especie humana”. Algunos de sus principios, valores y actitudes más importantes son:

1. Empatía y comunicación de empatía.

“Una actitud de empatía y respeto por parte del terapeuta es crucial para asegurar el cambio exitoso”. (Erickson & Zeig, 1980, p. 335).

La empatía es la famosa capacidad de “ponerme en los zapatos del otro”. Para Rogers, la empatía es la capacidad de percibir el marco de referencia interior de otra persona con precisión y con los componentes emocionales que le pertenecen, como si uno mismo fuera esa persona, pero sin perder nunca la condición de “como sí”. (Rogers, 1959) La comunicación de la empatía es, habiéndome puesto en los zapatos del otro, poder comunicar lo que pasa desde ahí o cómo me lo imagino. Sentir o generar empatía no es suficiente en la PHC, sino que es fundamental poder comunicarla, es decir, que mi paciente sepa que estoy en sus zapatos imaginando como es sentir/ver el mundo desde ahí. Esta es una habilidad fundamental y sin ella no se crea ningún espacio seguro para cocrear la sanación. Empatizar con algo o con alguien no significa por ningún motivo estar de acuerdo, es poder encontrar el sentimiento similar desde el cual puedo empatizar a pesar de que yo no he vivido una situación así, por ejemplo: nunca he vivido estar secuestrada, sin embargo, sí conozco el sentimiento de sentirme atrapada y verme limitada. Podemos empezar a aprender a comunicar la empatía, a sentirla y permanecer toda la vida perfeccionando dicho valor/actitud/habilidad hasta convertirla en un arte. El arte se convierte en compasión sobre todo al tener una práctica espiritual seria. Cuando la comunicación de la empatía es muy profunda, por un lado, empatiza y comprende, y por otro lado, confronta (utilizando así ambos lados del cuerpo, es decir el ying y el yang) y es altamente eficaz. La confrontación de las incongruencias, las repeticiones, las trampas, etc. (trabajando máscara y ser inferior) son fundamentales en la psicoterapia profunda y no pueden faltar, siempre acompañadas de la comprensión empática. El paciente tendrá la sensación de “mi terapeuta no se raja”. La comunicación de la empatía es una joya, un elixir no deberá ser nunca vista como una habilidad solamente.

2. Aceptación positiva incondicional. “Unconditional positive regard” o “consideración positiva incondicional”. Es la aceptación y el apoyo básicos de una persona independientemente de lo que diga o haga, especialmente en el contexto de la terapia centrada en el cliente. (Rogers, 1951). Es la capacidad de aceptar incondicionalmente a la otra persona, pero no necesariamente es aceptar lo que hace. Si esto es comunicado en terapia cocrea un fundamento para el cambio voluntario y evolutivo.

3. Congruencia. Es la capacidad que a veces tenemos los terapeutas de generar conducta, sentimiento y pensamiento alineados en la misma dirección, cuando esto se logra estamos siendo congruentes, pero también estamos siendo congruentes cuando nos damos cuenta de que estamos siendo incongruentes, por ejemplo: cuando estamos sintiéndonos a favor de algo y haciendo motoramente el movimiento contrario. La incongruencia no es un error sino una invitación a la autobservación (la capacidad permanente de estar viendo lo que pensamos/sentimos/hacemos durante la sesión y la vida desde un punto de vista fenomenológico y no enjuiciante o desde el patrón del debería).

4. Creación de un espacio seguro. Es un espacio creado con ciertas condiciones: seguridad física, emocional y energética en donde se puede trabajar el trauma, el carácter, los segmentos, los tipos vinculatorios (apegos), el eneatipo, el ser inferior, superior y máscara, la imposición de manos como forma de sanación, etc. Así como todo tipo de trabajo corporal: respiración, vibración, sonido, silencio, quietud, centramiento, arraigo, presenciación, de pie, acostado, de rodillas, con pelotas, palos, rodillo bioenergético, pelota de pilates, cubos de yoga, ligas, raqueta, palos de foamy, de madera, con figuras ausentes para sanar los vínculos, con música, imaginación guiada, ahondar en la sensación sentida presente, etc. Sin esta condición ya generada y sostenida es importante no entrar todavía en el trabajo profundo de la “sombra”, aquella que constituye un impedimento inconsciente que malogra nuestras mejores intenciones, el lado oscuro del psiquismo, los deseos no reconocidos y los aspectos reprimidos de la personalidad. (Jung, 1959). Una vez que este espacio está creado es posible entrar en etapas más profundas; sin embargo, en muchos momentos del proceso terapéutico sentimos que estas condiciones se “pierden o desmejoran”, ya que dichas condiciones no son fijas, en estos momentos es importante reforzarlas, a veces verbalmente, explicitando la empatía, la seguridad, la contención, etc. Hay que promover el uso de la primera persona en el presente. Al crear un espacio seguro invitamos permanentemente al paciente a hablar en primera persona promoviendo la responsabilidad, así como a usar el presente simple o el gerundio para referirnos a los que nos está pasando ahora. Hay que subrayar que el terapeuta está haciendo lo mismo todo el tiempo, de manera que se modela esta nueva forma de consciencia.

5. Respeto. Respetar tiene que ver con comprender que no todos tenemos las mismas necesidades, ni estamos en las mismas etapas, ni tenemos la misma historia y, por lo tanto, somos diferentes. Respetar a alguien, que es muy parecido a nosotros no es difícil, el reto es respetar a quienes son radical o profundamente diferentes (ideológica, política, ecológica, financiera, valorativa, sexualmente, etc.). Posiblemente es un tema para trabajar toda la vida.

6. Libertad. La filosofía existencial humanista sostiene que el ser humano es libre en el sentido en el que a través de la consciencia y su propio trabajo de concientización va recuperando el poder de las circunstancias de su vida y puede ir siendo más libre. También sostiene que la libertad no siempre es controlar las situaciones de “afuera” sino decidir cómo vamos a reaccionar y resolverlas personalmente. Según Rollo May (1988) la libertad es la capacidad del hombre de tomar parte en su propio desarrollo. Es nuestra capacidad de moldearnos a nosotros mismos. Por tanto, desde nuestra propia libertad construimos nuestro destino. Sartre (1999), al respecto, propone que el hombre es libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. No confundimos libertad con libertinaje, que es hacer lo que se me da la gana, la libertad va de la mano con la responsabilidad. La responsabilidad es hacerme cargo de las cosas que yo puedo cambiar o que pude haber cambiado y no hice, es hacerme cargo de mi parte como adulto. La sobre responsabilidad es hacerme responsable de más cosas/personas de las que me corresponden y la falta de responsabilidad es no hacerme cargo de lo que me corresponde. Tal como propone Viktor Frankl (2021) el individuo participa en un perpetuo juego entre libertad y responsabilidad. En el proceso psicoterapéutico podemos ir comprendiendo la diferencia entre estas tres opciones y cuál es nuestra tendencia. Tener una responsabilidad adecuada es recuperar nuestro poder verdadero.

7. Timing. Se le llama tener “timing” a la capacidad de poder hacer reflejos profundos y confrontativos una vez que se han creado las condiciones necesarias para que esto tenga frutos y sea sostenido por parte del paciente, es lo contrario de hacer intervenciones a destiempo. Hay un momento preciso en donde el reflejo “entra” en la psique del paciente, y ese es buen timing. La relación terapeuta-paciente que se crea desde la visión humanista, es una relación mucho más equitativa (relación “yo y tú”, propuesta por Martín Buber, 1984). A diferencia de la relación médico-paciente en donde el especialista tiene mucha más jerarquía y sabe mucho más que el paciente, quien tiene que acatar las instrucciones. Nosotros en PHC creemos en una co-creación relacional en donde la persona A y la persona B tienen su propio campo energético y temático, y a partir de esta sumatoria se crea un campo energético relacional compartido, en donde el terapeuta sí tiene más responsabilidad en la creación/sostenimiento de la relación, en explicitar y sostener el encuadre, pero es una relación en donde lo que les pasa a ambos es importante, aunque la temática a trabajarse sea la del paciente. El “adulto” es el terapeuta y el paciente puede ser el “niño”,  no al  revés.

8. Reflejos. El reflejo es una herramienta valiosa que literalmente hace que el terapeuta refleje lo que está sucediendo en el contexto terapéutico y con el paciente en particular. Es el instrumento que operacionaliza la comprensión empática. El reflejo, se define como un intento por parte del terapeuta por expresar en palabras nuevas las actitudes esenciales expresadas por el cliente. (Rosso, M. y Lebl, B. 2006) Hay que señalar que los reflejos no son preguntas sino afirmaciones. Existen varios tipos de reflejo:

  • Reflejo de contenido: se repite una síntesis de lo dicho por el paciente. Por ejemplo: “me dices que ibas caminando tranquilamente cuando te encontraste con esta persona y sentiste miedo”.
  • Reflejo de sentimiento: el terapeuta refleja el contenido explícito en el contenido verbal del paciente. Por ejemplo: “imagino que al recordar a tu madre viendo esa película sentiste añoranza y tristeza”, aunque la añoranza y la tristeza no fueron verbalizadas por el paciente.
  • Reflejo de lo no verbal: el terapeuta refleja lo que el cuerpo del paciente comunica. Por ejemplo: “al hablarme de la conversación que tuviste con tu jefe veo que dejas de respirar y aprietas el puño derecho”.
  • Reflejo de incongruencias: reflejo en donde se explicitan las incongruencias no siempre obvias ante el paciente. Por ejemplo: “por un lado me  dices  que  quieres ahorrar, y por  otro  me  dices  que  te iras de  viaje a  Europa”.

 

9. Transferencia y contratransferencia. A pesar de que la transferencia y contratransferencia “no son trabajadas” en la terapia humanista, en la PHC trabajamos con esta valiosa herramienta utilizando el material psíquico no concientizado en el paciente y proyectado en el terapeuta (transferencia), así como lo que esto despierta y provoca en el terapeuta (contratransferencia). Este material es muy valioso porque explicita lo que está pasando aquí y ahora en la relación.

10. No juicio. Cuando emitimos un juicio nos separamos y desde ese lugar es muy difícil ser empático o comprensivo. En vez de emitir un juicio intentamos empatizar y respetar.

11. Metaproceso. Significa explicitar, por parte del terapeuta, lo que está sucediendo con esto que estoy proponiendo/señalando, por ejemplo: “¿Cómo está siendo para ti que yo sepa eso de ti? O ¿cómo está siendo para ti darte cuenta de que estás repitiendo el mismo patrón adictivo que tu papá?

12. Tendencia actualizante. La visión humanista propone que el ser humano tiene inherentemente un motor o fuerza que lo saca hacia adelante actualizándose a sí mismo a través de sus circunstancias y existencia. Hoy entendemos más que nunca el principio de actualización tan usado por la tecnología moderna. En esta psicoterapia nos apoyamos mucho en dicha tendencia y creemos que la persona está permanentemente utilizándola y haciendo lo mejor posible.

13. Resiliencia. Sabemos que dicha capacidad de sobreponerse a las circunstancias por más adversas que sean es una capacidad que todos los seres humanos tenemos, y que hay que reflejarla y despertarla para poder hacerla más propositiva.

14. Sabiduría organísmica / homeostasis. El ser humano por naturaleza trae “en su disco duro” una semilla de sabiduría (es una mezcla de intuición, brújula, conocimiento, acción, sentimiento), dicha semilla a veces será “acallada o reprimida” por circunstancias, introyectos, decisiones personales, educación, etc., pero sobre todo por el carácter/neurosis y los diferentes mecanismos de adaptación del paciente. En la PHC trabajamos los impedimentos que no permiten el flujo de dicha sabiduría y nos “aliamos” con ella. El trauma y/o la creación del carácter o eneatipo nos ha hecho renunciar a esta sabiduría, aunque es inherente y trabajamos para reconectarla y explicitarla. Está relacionada con el ser superior y con la vida espiritual, así como con la vida somática.

15. Bondad-maldad. El hombre es bueno por naturaleza:

  • Para Freud y el psicoanálisis, el ser humano está dirigido por dos instintos básicos, eros y tánatos: amor y muerte u odio. Lo que hacemos estaría determinado o motivado por cualquiera de los dos instintos. ¿Cuál tiene más poder en determinado momento? Lo que en la práctica se traduce en: ¿mato o no mato, pego o no? ¿Qué impulso prima?
  • En el conductismo se cree que nacemos como una tabula rasa, sin predisposiciones innatas, es decir somo un pizarrón blanco, de modo que todos los conocimientos y habilidades de cada ser humano provienen solo del aprendizaje, a través de sus experiencias y sus percepciones sensoriales, y las adaptaciones de los mecanismos de defensa diseñados para resolver nuestros problemas. Como escribiera el psicoanalista Santiago Ramírez (1998): “Infancia es destino”.
  • En el humanismo creemos que el ser humano nace bueno y es bueno por naturaleza (imagen y semejanza), y que “lo malo”, es decir lo neurótico, lo que está desapegado de la salud, lo destructivo, etc., es aprendido a veces desde etapas intrauterinas o desde la primera infancia y como menciona Helmut Quitmann (1988) “el ser humano está en situación de elegir y decidir, puesto que cuando un ser humano vive conscientemente no tiene porqué permanecer en el papel pasivo del espectador, sino que mediante sus decisiones activas puede variar su situación vital”.

16. Creación de experimentos somáticos que intenten aportar “la experiencia faltante”. Al trabajar con nuestros pacientes vamos observando (dependiendo de su caracterología y eneatipo) que hubo experiencias faltantes y/o sobrantes en su desarrollo, las cuales permanecen perpetuándose en la vida adulta por neurosis y siempre con la intención de resolverse. Si nosotros podemos “crear y ofrecer la experiencia faltante”, por ejemplo: el respeto, la empatía, la escucha, el ser visto, etc, y el paciente puede tomarlo, se lograrán condiciones presentes y futuras profundas, saludables y menos repetitivas; es decir, el paciente logrará ser más libre. Kurtz (2004), propone además que el terapeuta debe de desarrollar un estado mental al que llama presencia amorosa, al mismo tiempo que debe sostener la presencia y la compasión durante este trabajo.

17. Cambio. Todos hemos escuchado la frase de “si yo cambio, cambia el mundo” y en parte es verdad, sin embargo, los psicoterapeutas humanistas corporales no necesitamos que los pacientes cambien: lo que nosotros proponemos es la ampliación de la conciencia, la cual, paradójicamente, cuando está basada en experiencias somáticas reales, promueve el cambio. Dice Watzlawick (2012), que el lenguaje de cambio que establece el terapeuta durante las sesiones de trabajo es el que ofrece la llave hacia aquellas zonas en las que puede producirse el verdadero cambio.

18. Sentido de realidad. La llamada salud mental (que en realidad es también emocional y somática) además de basarse en el autoconcepto, la autoestima, y la autoimagen, se basan en tener sentido de realidad: es decir, ser realistas con respecto a nosotros mismos y a nuestra situación, los PHC tenemos que encontrar maneras empáticas de cuestionar a nuestro paciente sobre su sentido de realidad, por ejemplo: “¿es factible que su hijo de 18 años que mide 1.50 sea campeón nacional de básquet? ¿es factible que la persona de la que habla, a pesar de no haber estudiado secundaria y de tener 15 años desempleado, logre que le den la gerencia de esa empresa?”. Estas preguntas parecen evidentes, sin embargo, la neurosis que todos tenemos incluye tener un sentido de irrealidad o de pensamiento infantil basado en nuestros anhelos no satisfechos, ideas de príncipes que rescatan y hadas madrinas que nos hacen el “milagrito”. Entiéndase que la madre que no amó a su hijo de pronto un día amanezca amándolo o que la pareja que nunca nos amó hoy por fin lo haga. Adoptar un sentido de realidad adulto implica tener metas realistas y alejarnos de la frustración permanente de no lograrlas u obtenerlas. Es lo que es.

19. Autorrealización. Este concepto, propuesto por Abraham Maslow, hace referencia al proceso de desarrollo personal en que una persona se esfuerza por alcanzar su máximo potencial y satisfacción en la vida, y es un proceso continuo y debe de ser perseguido toda la vida. (Maslow, 1943). En el proceso psicoterapéutico buscamos que la persona se autorrealice, es decir que vaya encontrándole sentido a su vida incluyendo diversas áreas de la misma.

20. Encuadre. El encuadre o reglas del juego  del proceso  terapéutico,  es una herramienta indispensable para hacer PHC, ya que nos otorga, a ambas personas, seguridad, confianza y confiabilidad en el proceso, pero sobre todo al paciente. Una vez que hemos tenido la primera cita con el paciente y vemos, además de conocernos, los temas principales, es fundamental nombrar por primera vez el encuadre, el cual incluye definir qué días nos vamos a ver, a qué hora, cómo es exactamente el formato de pago y cuál es la política de cancelación. En este tipo de terapia se trabaja una vez a la semana en un horario específico y se sugiere que las cancelaciones se hagan por parte del paciente con 24 horas hábiles antes de la sesión para que ésta no sea cobrada; si la cancelación fuera durante las 24 horas anteriores a la sesión se agradece que se avise de la inasistencia, pero esa sesión se tiene que pagar por respeto al terapeuta. En el encuadre, también se conversa sobre las herramientas con las que se va a trabajar, por ejemplo, si es necesario que el paciente tenga un cuaderno específico para su terapia, si va a necesitar tener cierto tipo de pelotas, palos, etc., si el trabajo es en línea o presencial, si primero conocerá el consultorio, y después poco a poco tendrá que conseguir su material para practicar en casa. Es importante que esto se encuadre y se recuerde en la segunda o tercera sesión para arraigar el encuadre un poco más. También es importante recordar que este acuerdo, como todo acuerdo, puede cambiarse y ser flexible pero lo que no se vale es cambiar el acuerdo por parte de una de las partes, “a medio partido”, es decir, sin antes aclararlo con la otra parte, por ejemplo, cambiar de día o de horario. Durante el proceso de terapia muchas veces se va a retar el encuadre, justificando atrasos o formas de pago diferente, etc., y esto deberá de ser confrontado permanentemente para qué el marco de referencia que nos proporciona el encuadre esté siempre siendo claro, respetado y explicitado. Muchos pacientes intentarán justificar el cambio de los encuadres debido a sus circunstancias excepcionales, por ejemplo, es que no me depositaron, es que estaba lloviendo y por eso llegué tarde, etc., lo cual es un estupendo material de trabajo. Un terapeuta arraigado con buen nivel de autoestima y manejo de su propio poder siempre planteará con claridad el encuadre, sin dejar cosas por asumir o sin explicitar, y podrá sostener el encuadre durante el proceso.  Sostener el proceso es igual de importante que plantearlo. Creadas estas condiciones psicoterapéuticas, podremos trabajar con el cuerpo y sus misterios de manera segura, adecuada, profunda y duradera. Recordemos siempre que el objetivo de la PHC es la ampliación de la consciencia.

Mtra. Marilenca Bailey Jáuregui

Directora y Fundadora del Instituto Humanista de Psicoterapia Corporal, INTEGRA. Maestra en Psicoterapia Humanista Corporal, Maestra en Psicoterapia Humanista Gestalt. Estudios de Maestría en filosofía, en Syracuse, Nueva York y UNAM. Es psicoterapeuta individual y grupal, y tallerista desde hace más de 25 años.

BIBLIOGRAFÍA

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Rosso, M. A., & Lebl, B.  (2006). Terapia humanista existencial fenomenológica: estudio de caso. Ajayu. Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana «San Pablo», 4(1), 90-117.

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Watzlawick, P. (2012) El lenguaje del cambio. Herder.

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